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El Cachorro no expira en Cibeles

El único titular de una cofradía de la ciudad que ha viajado más allá de Sevilla ha sido la Canina.

el 03 oct 2009 / 19:25 h.

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No hay hermano del Cachorro que no se haya tentado la ropa y jurado en hebreo después de saber del interés de los organizadores de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011 por contar con la presencia del sublime Crucificado trianero en pleno Paseo de la Castellana, con ocasión de la visita que Benedicto XVI realizará a la capital de España para presidir tan histórico acontecimiento.

"El que quiera ver al Cachorro, que venga a Sevilla", sentenciaba esta semana el hermano mayor de la cofradía trianera, José María Ruiz, echando un jarro de agua fría sobre las pretensiones de quienes ya soñaban con presenciar al Cristo de Ruiz Gijón exhalando su último aliento al cielo madrileño.

Las palabras del hermano mayor de la cofradía de la calle Castilla resumen el sentimiento de aquellos sevillanos que aprecian en el escorzo de la silueta del Cachorro mucho más que una obra de arte colosal, un prodigio de la imaginería o el culmen de la escultura barroca.

Para quienes no se imaginan la iglesia del Cachorro sin su esbelta cruz clavada en el presbiterio o sin los pliegues del sudario meciéndose a la brisa del Patrocinio, la mirada vidriosa de este Crucificado encierra mucho más de lo que los catálogos de arte podrían definir como la más perfecta representación escultórica del último aliento de vida de un crucificado.

Celosas guardianes de sus tesoros devocionales, las cofradías sevillanas no han sido receptivas históricamente a que sus imágenes traspasen los límites geográficos de la urbe para participar en salidas y acontecimientos extraordinarios, cuanto menos para su exposición pública en recintos desacralizados.

El último antecedente de un viaje abortado de una imagen sevillana lo protagonizó la Estrella, cuando en 2005 empezó a germinar la idea de que la dolorosa de San Jacinto presidiera en Roma, coincidiendo con la presencia de su paso de palio en la muestra Aguja y Oro, la tradicional oración del 8 de diciembre que el Papa realiza ante el monumento de la Inmaculada.

Tan seriamente se barajó esta posibilidad que hasta se diseñó un programa de actos: besamanos de la imagen en la iglesia de Montserrat de los Españoles, misa en la Basílica de Santa María la Mayor con la dolorosa ya entronizada en el palio y procesión por las calles de Roma con destino a la Piazza di Spagna.

Finalmente, la idea no llegó a cuajar y eso que hasta se estableció contacto con la cofradía de los Escolapios de Granada, cuya dolorosa sí que viajó a Roma en el año 2000 con motivo del Jubileo procesionando en su paso de palio por la plaza de San Pedro.

Mucho menos recorrido tuvo la idea de trasladar en 2004 a la Virgen de Guadalupe a Sicilia con motivo de la celebración de un congreso mariano conmemorativo del 150 aniversario de la proclamación del dogma concepcionista.

De viajes allende Sevilla los expertos en la materia sólo recuerdan el embarque a Zaragoza de una imagen de gloria, la Virgen de los Sastres de San Ildefonso, con motivo del Congreso Mariano Nacional de 1954.

En cambio, de los titulares de cofradías de penitencia, sólo la Canina del Santo Entierro hizo las maletas recientemente a Granada para participar en una exposición sobre el barroco andaluz. En su esqueleto lo lleva.

La relación del sevillano con sus imágenes es muy distinta a la que se establece entre pueblo y representación escultórica en otras latitudes españolas.

En Sevilla los titulares de una hermandad presiden los acontecimientos más importantes de la vida de sus hermanos. Ante ellos reciben el agua bautismal, a sus plantas sellan la alianza de amor con su pareja y a su intercesión acuden cuando la espada del dolor aflige la salud familiar. Más que una representación escultórica, la imagen se convierte en la materialización visible del mismo Dios.

Es por eso que nadie se extraña de que en muchas iglesias se aplacen bodas fijadas con meses de antelación si el Cristo o la Virgen que preside el altar hubiera de abandonar temporalmente el templo. Desde sus altares, las imágenes reciben a diario las cuitas y oraciones de los fieles, convirtiéndose en confidentes de penas y alegrías.

La imagen es el cordón umbilical que lleva a Altísimo, es el Dios cercano que aguarda al atravesar el portón de la iglesia, de ahí que su ausencia sea motivo de aflicción para quienes le rezan diariamente.

De ello sabe de sobra el pueblo de El Pedroso que recientemente se ha negado a ceder a su Inmaculada Concepción de Montañés para ser expuesta por la National Gallery. Ni el embajador de España en Londres logró convencerlos.

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