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Cultura

El Cid estrena su campaña indultando un toro en Écija

Para El Cid el honor, el cómputo estadístico y los titulares de prensa de una nobilísima y muy terciada corrida de Juan Pedro Domecq a la que sus compañeros no fueron capaces de darle toda la fiesta que llevaba dentro. Fue el diestro de Salteras el que detentó el peso del festejo.

el 15 sep 2009 / 00:52 h.

Para El Cid el honor, el cómputo estadístico y los titulares de prensa de una nobilísima y muy terciada corrida de Juan Pedro Domecq a la que sus compañeros no fueron capaces de darle toda la fiesta que llevaba dentro. Fue el diestro de Salteras el que detentó el peso de un festejo -un clásico que supone la apertura de la gran temporada en tierras andaluzas- para convertirse en el primer gran triunfador de una jornada que trajo sorpresas desde todos los rincones de la piel de toro.

El Cid supo administrar la floja nobleza del toro que abrió plaza para instrumentar una faena limpia y templada en la que, sin apreturas, logró cuajar excelentes muletazos sobre la mano derecha. También brilló sobre la mano izquierda, pitón por el que se quedaba mucho más corto el juampedro, antes de abrochar su faena con un imaginativo cambio de mano y un martinete que fue el preludio de una estocada habilidosa que puso en sus manos la primera oreja de la tarde.

Pero Manuel sirvió el mejor plato al salir el cuarto, un toro de excelente fondo al que cuajó con su caro y excelente capote. El Cid cuidó su lidia, y galleó por delantales administrando al milímetro las justas fuerzas de un animal que le iba a permitir estrenar la temporada por lo grande. Alcalereño, su hombre de confianza, quiso sumarse a la fiesta cuajando un gran tercio de banderillas antes de que su matador, apercibido de las bondades del astado, brindara el toro al público para iniciar la faena con buen trazo, sabor y buen gusto para citar en la larga distancia. Tenía buen son el toro y el de Salteras lo pasó en varias series abrochadas con enormes pases de pecho que siempre fueron a más. Hubo un bajón argumental cuando se echó la muleta a la mano izquierda pero la faena terminó de tomar vuelo en una inédita serie de pases de las flores encadenados con el run run de fondo que empezaba a demandar el indulto. No se lo pensó dos veces el presidente y el pañuelo naranja rubricó la labor del torero de Salteras, que había rematado la faena sobre el pitón derecho con ese toreo empacado y hondo que lo ha colocado en la primera fila.

No terminó de convencer Talavante, que estructuró sus faenas sin hilo ni arquitectura. Había quietud, sí, pero faltaba un trazo rotundo, un dibujo nítido de su toreo. No le humilló del todo el segundo y aunque acertó a enroscárselo a final de faena, a su labor le falto alma. Con el quinto, que fue muy a menos y terminó con el viaje muy corto, no convenció a casi nadie.

Tampoco fue capaz de convertir su actuación en un gran triunfo el ya no tan joven Cayetano. Algún muletazo suelto dejó entrever sus posibilidades y aunque fue capaz de ligar alguna serie a su primero, denotó que aún no está preparado para afrontar grandes empresas. El sexto mereció apostar más.

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