Local

El cielo no empapó la fiesta

La Feria suele abarrotarse los días festivos, pero las cuatro gotas contadas que cayeron aliviaron el Real. Entre los que temieron a la bulla y los que huyeron del mal tiempo, la fiesta se libró de las multitudes.

el 21 abr 2010 / 19:57 h.

TAGS:

Dos flamencas en el recinto ferial.

"Voy cualquier día menos el miércoles, que como cae en festivo no se va a caber en la Feria", han repetido los sevillanos como un mantra durante días. Pero no. Y fue precisamente la lluvia, que suele destrozar la Feria, la que con cuatro gotas contadas alivió el Real, lo despojó de gente y convirtió la jornada en la más agradable de lo que llevamos de semana. No hizo calor, que siempre ayuda bastante, y los que se levantaron por la mañana, miraron al cielo, lo vieron nublado y decidieron quedarse en casa le hicieron un enorme favor a los fatiguitas que ya se han aprendido el camino al Real y lo repiten un par de veces al día como si fuera una peregrinación.

Lo mejor es que estos devotos ni siquiera tuvieron que pagar el temido peaje de verse pingueando por no haber sido prudentes: cayeron unas gotas, sí, pero los paraguas estuvieron más tiempo colgando del brazo o colgados de las rejas de las casetas que abiertos. Ni siquiera se vieron charcos en el albero, por el que se podía pasear sin las apreturas que a estas alturas de la semana ya empiezan a ser habituales. La amenaza de lluvia sólo dejó en la jornada una cierta incertidumbre, y a ratos desbandadas forzosas al interior de las casetas más cercanas, pero sin grandes dramas.

Dentro se retomaba el ambientillo que se dejó a medias la noche anterior, que fue larga porque los feriantes engancharon bien la madrugada cuando bajó el intenso calor del martes. Más pronto que tarde se fueron llenando y, con eso de asegurarse un techo por si llovía, a mediodía el bullicio era generalizado bajo los toldos. En una caseta de Gitanillo de Triana se comieron hasta caracoles, repartidos entre varias mesas, acompañados de rebujito, y los comensales no han sido más felices en toda su vida -sin querer ofender a los pimientos fritos ni a la tortilla de patatas-. Los sufridores eran los pobres camareros, que a las dos de la tarde gastaban ya un ritmo frenético.

La imagen era similar en mucha de las casetas familiares. Mientras las calles permanecían vacías el lleno era absoluto, con lo que los porteros comenzaron a ponerse serios con todo el que intentaba colarse con el típico voy un momentito nada más a ver si está un amigo mío... Así que, a la hora a la que normamente los vigilantes pueden almorzar tranquilamente porque la gente aún no ha llegado, ayer casi se le desbocaban los inquilinos, con lo que a más de uno se le debió de atragantar el montadito de lomo.

El que sufrió los efectos de la inestabilidad en el cielo fue el paseo de caballos. No es que hubiera pocos, es que durante toda la mañana no se vio casi ninguno... y tampoco se olieron, que ya es un dato. Algo que tiene sus ventajas a la hora de recorrer el Real, pero "no está bonito", opinaba una señora en Juan Belmonte. Entre tan poco caballo, encontrar una amazona era casi milagroso.

Los que aguantaron el tipo fueron los coches de caballos, que pusieron al mal tiempo impermeable y en muchos casos aguardaron el momento de ser utilizados cubiertos con enormes plásticos, igual que los propios cocheros, todos uniformados con chubasqueros de color verde oliva. "A los caballos les da igual, pero los coches y los trajes sufren mucho", explicaban Francisco Javier Guerras Núñez y su padre, José Antonio Guerras Gómez, ante un gran break tirado por dos enormes caballos frisones de un negro intenso adornados con cabezales de cascabeles dorados.

Plastificados. Los cocheros acababan de destapar el vehículo como si fuera una lata de conservas de las antiguas, de ésas en las que se enrollaba la tapa, porque aguardaban la llegada del propietario, Emilio Murillo. "No nos afecta mucho que llueva -explicaban los cocheros, vecinos de Castilblanco-, nosotros llegamos sobre la una de la tarde, recogemos al dueño y a su familia en su casa, lo traemos a la caseta y ya sólo tenemos que esperar, preparados para cuando quieran dar un paseo o ir a las casetas de otros amigos. Si llueve tenemos que tapar el coche y ponernos los impermeables, pero nada más", explicaban, quitándole importancia.

No faltó la nota de color, porque las que se habían guardado el traje de flamenca para estrenarlo el miércoles respetaron su intención a pesar del amenazante color gris del cielo mañanero y de algún que otro chaparrón que la mayoría debió perderse, porque madrugar no está bien visto en la Feria. Así que se pudo hacer un estudio comparativo de moda flamenca, e incluso sacar alguna que otra conclusión, como que el lunar vuelve con fuerza. Aunque en los últimos años la moda flamenca ha demostrado que lo aguanta todo, los estampados de lunares -de cualquier tamaño, color, mezcla y textura, ribeteados o sombreados, y hasta cosidos en relieve- andan pegando codazos para desbancar de una vez a las rayas y a los diseños de fantasía. Entre eso, y que han regresado las flores en todo lo alto de la cabeza, de todo menos discretas, la Feria se desperezaba colorida y alegre.

Los tímidos chaparroncillos de cuando en cuando dejaban terso el albero para que las flamencas recién llegadas marcasen sus tacones en las calles del Real, y así parecía que todas lo estaban estrenando cuando pasaban bajo la portada, cuyo rompedor diseño ha sido muy alabado este año.

Esa calma tensa con los ojos puestos en el cielo tuvo un momento de crisis sobre las cinco de la tarde, con un chaparrón más fuerte de la cuenta, pero la consecuencia fue la contraria de la esperada: a partir de entonces comenzaron a llegar más y más feriantes, a pesar de que se acumularon nubarrones y la lluvia iba a seguir arreciando. Los autobuses, a toda máquina después de haber desconvocado la huelga que han mantenido desde la madrugada del domingo, empezaron a soltar gente a raudales. Las calles se llenaban con tanta rapidez que parecía que la gente había estado escondida y habían decidido salir todos de repente, augurando una noche más que movidita en el Real. Al final, el día festivo que muchos quisieron evitar se convirtió en un día de Feria perfecto para los que sí se atrevieron a intentarlo.

  • 1