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El cielo se cerró en banda en el barrio del Arenal

el 15 sep 2009 / 02:01 h.

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No hubo dudas. Una hora antes de la salida, la junta de gobierno del Baratillo lo tenía claro. La hermandad no haría estación de penitencia este Miércoles Santo. El tiempo, desapacible todo el día, dio la vuelta a la frase torera y lo impidió. Por segunda vez en la historia de esta jornada, la Piedad y la Caridad se quedan en casa. Refugiados bajo las cornisas y los balcones de los edificios de Adriano o protegidos por los paraguas, los sevillanos que habían guardado su sitio en la primera fila frente a la capilla del Baratillo no se lo podían creer y allí seguían esperando.

Faltaban tres cuartos de hora y la radio daba la noticia. Pero ahí seguían. Al menos serían los primeros en entrar en la capilla cuando se abriera al público a las 19.00 horas. Las lágrimas desconsoladas de un costalero, apoyado en una de esas vallas que deberían limitar el acceso del público para facilitar la salida de la hermandad y con la mirada perdida, mostraban en la calle lo que se vivía en el interior.

Los nazarenos, que aún seguían llegando, aguardaban en la Maestranza. Cuando los costaleros movieron el paso de la Piedad -los del palio se lamentaban de que ni siquiera se habían podido meter debajo-, salieron por Iris para evitar el albero enfangado de la calle Circo y subieron por Gracia Fernández Palacios para entrar por detrás en la capilla y así ver a sus titulares. Después llegó el momento de los sevillanos.

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