El Cura de los Palacios era hasta ahora Andrés Bernáldez, que siguió a los Reyes Católicos, recogiendo cuantos documentos emitían. Pero los tiempos han cambiado y, después de los jueces-estrella, los alcaldes-estrella, los empresarios-estrella y los presidentes-estrella, llegan los párrocos-estrella (de Belem), éste además armado de coadjutor. Se veía venir; eso le pasa a Torrijos por irse de la lengua y decir que las fiestas navideñas habría que cambiarlas por las del Solsticio de Invierno. Pues nada, ya tenemos los dos polos, uno luchando por lo que no puede ser y otro -dado que España es nacionalmente católica- contra los extranjerismos.
Si hay una fiesta que ha asumido el pasado, ésa es la de las navidades: tiene restos de la Verbena romana, de la Fiesta del Árbol germánica (el Tanenbaum, o sea, el abeto), de la ocurrencia de Augusto en hacerse hijo del Sol, del nacimiento de Mahoma (el "guadeletehejo" de Góngora)... y, si los Verdes hubieran sido listos habrían declarado el belén (símbolo máximo de un mundo ecológico) Bien de Interés Cultural. Pues nada, todo eso -a contrapelo del marxismo torrijiano- se lo carga este señor con una bandera como las del centenario del Sevilla o el Betis y un niño Jesús de los que hacen en Olot y que, para colmo, es el mismo que lucían entre sus brazos las imágenes de Santa Teresita. De Santa Teresita de Lisieux, una francesa.
Antonio Zoido es escritor e historiador
