Hay posiciones radicales que vengan de quien vengan, porque además, aun siendo católico no me creo el dogma de la infalibilidad del Papa, que resultan chocantes con el sentido común, la lógica y el sentido humanista que también es consustancial al sentimiento cristiano.
Con todos los respetos, porque el respeto ha de ser la base de la convivencia pacífica, no estoy de acuerdo con las declaraciones del Papa Benedicto XVI cuando en África, un continente en el que se vive una pandemia de sida que se está llevando por delante a miles de personas, muchos de ellos niños inocentes, ha afirmado que no resulta moral el uso de preservativos y que lo que tienen que hacer las parejas es tener abstinencia de relaciones sexuales.
Sinceramente considero que el uso del preservativo es hoy por hoy el único remedio eficaz para evitar la propagación indiscriminada de la enfermedad, más aún cuando la industria farmacéutica no muestra mucho interés de invertir recursos y dinero en países en los que saben que no van a tener repercusión positiva en su cuenta de resultados.
A los auténticos olvidados, los más miserables, los que no tienen nada y a los que reconfortamos con el bálsamo de que, pese a todo, heredarán la Tierra, les hemos de prestar, al menos, alguna solución barata que palie su drama humano. Los colaborantes, profesionales de la Medicina, misioneros que comparten sus miserias y se parten el pecho, renunciando a vidas mucho más regaladas, conocen mejor que nadie esa realidad, siendo ellos los que menos habrán comprendido esas palabras de aliento que no obedecen sino a planteamientos dogmáticos que pueden ser entendibles tras los muros del Vaticano pero no en los desiertos y selvas africanos en donde el concepto que se tiene del Cristo en el que creemos no se corresponde con el papel que ha hecho en sus tierras, su actual representante en el mundo.
