Local

El día del otoño

Sevilla no sabe nunca cuándo le llega la primavera y, para fijarla, se agarra a los de Semana Santa como a un clavo ardiente; tampoco al verano se lo reconoce así como así. Ni al invierno, que muchas veces sestea y se alza allá por enero para decir aquí estoy casi cuando ha de irse.

el 15 sep 2009 / 17:31 h.

Sevilla no sabe nunca cuándo le llega la primavera y, para fijarla, se agarra a los de Semana Santa como a un clavo ardiente; tampoco al verano se lo reconoce así como así. Ni al invierno, que muchas veces sestea y se alza allá por enero para decir aquí estoy casi cuando ha de irse. Pero el otoño pone un hito claro: siempre se le viene encima en una jornada desapacible que lo marca y este año lo hizo ayer, despertándose con lluvia para luego iniciar un desfile de nubarrones en filas de veinte en fondo, no desde Sanlúcar o Lebrija sino de más arriba, de Aracena o así, y traen bajo sus andanas vientos locos y, por primera vez, fríos.

Hay algo en Sevilla que la une, perceptible e irremisiblemente, al otoño. En el revuelto baúl de su memoria están los avatares de Roma con capiteles en cantoneras de las esquinas, una casulla de San Leandro a medio bordar, las noches de Abdelaziz en su torre y las palomas de otras que vieron cómo escribía el cálamo de Almutamid. Están aún allí los gritos y el aire de los sombreros de quienes saludaban al volver de América, el ruido de toneles rodando por el Arenal y de los martillos de los gitanos aviando los barcos. Pero todo eso son los trapos de los tiempos felices.

En el revoltijo de recuerdos, inconexos pero llenos de sol y de cielos de Claudio de Lorena, hay un rincón que Sevilla nunca mira, el que la decadencia. En él, como en la bola de cristal de una pitonisa, se ve el puerto quedándose desierto, los palacios convirtiéndose en casas de vecinos y el Baratillo llenándose de inmundicias; pobres que no tienen a quien pedir su limosna y ricos que sólo aparentan serlo. El día con el que el año marca el otoño de Sevilla es como un recordatorio, un Miércoles de Ceniza que el tiempo trae siempre, montado en el columpio de octubre y noviembre.

Antonio Zoido es escritor e historiador

  • 1