Local

El drama del Alzheimer

A Mari Ángeles Villanueva le cambió la vida hace cuatro años y medio cuando a su tía le diagnosticaron un Alzheimer fulminante. "Tuvimos que vender el piso en el que vivíamos ella, mi madre y yo para irnos a otro porque no teníamos con qué pagar sus cuidados", explica.

el 14 sep 2009 / 20:16 h.

TAGS:

A Mari Ángeles Villanueva le cambió la vida hace cuatro años y medio cuando a su tía le diagnosticaron un Alzheimer fulminante. "Tuvimos que vender el piso en el que vivíamos ella, mi madre y yo para irnos a otro porque no teníamos con qué pagar sus cuidados", explica. A partir de ahora empezará a cobrar algo más de 400 euros por cuidar a una gran dependiente.

"Yo no tengo hijos: ellas dos son como mis niñas", dice Mari Ángeles con la misma vitalidad con la que cuida cada día, cada hora, cada minuto, de su tía Ángeles. Las tres vivían en un piso hasta que ella enfermó. Ahora Mari Ángeles vive con su tía, de 83 años, y su madre, "de 85 y enferma de artrosis", se fue a casa de su otro hijo porque en esa no había sitio para más. Y todo sin previo aviso, de la noche a la mañana.

"Un día empezó a decir que tenía pelos en la boca y que a veces también se le metía tierra, así que la llevamos al médico y, después de hacerle pruebas, nos dijo que era Alzheimer, y a partir de ahí dio un bajón muy fuerte", recuerda ahora Mari Ángeles.

La llevaron entonces a una residencia. "Nos costaba mil euros mensuales y la trataron fatal, casi se nos muere allí dentro. Yo iba a verla todos los días y una vez la vi tan mal que cuando llegué a casa le dije a mi madre: 'Tu hermana tiene pintada la muerte en la cara", cuenta Mari Ángeles. Al día siguiente se la tuvo que llevar el 061 y desde entonces salió de la residencia y empezaron a vivir juntas.

La vida no es fácil así. Mari Ángeles se levanta a las seis menos cuarto cada día para atender a su tía. Ha contratado a una cuidadora para que esté con ella por las mañanas "porque necesita una atención completa".

"Está todo el día en la cama, allí hay que darle de comer, que lavarla, que peinarla, toda su vida está en esa cama. Cuidarla exige mucho trabajo y disciplina porque hay que hacer muchas cosas cada día, no se te puede olvidar nada, y también hay muchos sacrificios, no puedes pasar ni un fin de semana fuera, ni irte a ningún sitio de vacaciones, pero todo lo hago por ella", dice Mari Ángeles.

Con la prestación de gran dependiente que le ha reconocido la nueva ley, podrá sufragar parte de la ayuda de contratar a la mujer que la cuida. "Mi casa es como si fuera un hospital, yo no sé cómo aguanto, pero veo que me reconoce, que mejora porque ya se alimenta sin sonda, ella no sabe quién soy pero sabe que estoy ahí, que la cuido, ella me habla y me sonríe".

  • 1