Local

El duro exilio de la Exaltación y la vuelta a casa del Señor de Pasión

Como dos caras de una misma moneda, dos cofradías encaran de forma muy distinta la salida del Jueves Santo. De vuelta a la renacida iglesia del Salvador una; echando cada vez más de menos el ruinoso y olvidado templo de Santa Catalina, la otra.

el 15 sep 2009 / 02:01 h.

TAGS:

Como dos caras de una misma moneda, dos cofradías encaran de forma muy distinta la salida del Jueves Santo. De vuelta a la renacida iglesia del Salvador una; echando cada vez más de menos el ruinoso y olvidado templo de Santa Catalina, la otra. La de Pasión, después de afrontar un exilio que no siempre fue dorado; la de los Caballos, sin tener ninguna certeza de su vuelta.

Pero en la calle, volverán a ser ellas mismas y tratarán de desafiar esa climatología que, el pasado año, arruinó el Jueves Santo. La jornada comenzará temprano, al borde de la Ronda, cuando el Crucificado de la Fundación asome la caoba oscura de su paso, el sonido fúnebre de los pitos, por el dintel de la capillita de los Negros. Será el primer contraste de esta jornada fundamental, fanal de viejas cofradías que llenan de autenticidad y personalidad las calles de una ciudad que se adentra en el Triduo Sacro. Es el momento del recreo, del deleite con las insignias venerables, con la orfebrería dieciochesca y los detalles intransferibles de las cofradías clásicas.

Desde la Cruz de las Toallas de los Negritos al Pendón de Castilla de las Cigarreras, los cortejos ofrecerán un universo estético y ceremonial, los mejores ejemplos de esas delicatessen cofrades que desfilan ante los ojos de un público que sabe apreciar mucho más que las cornetas o ese creciente catálogo de pasazos y mecidas al que alguien llamó deporte sacro.

Pero no hay que anticiparse. Ese palio de ida y vuelta -entre guajira y milonga- que cobija a la Virgen de los Ángeles cuenta en plata y bordados nuevos, irrepetibles, la historia de una de las advocaciones más antiguas de la Semana Santa de Sevilla. La hermandad de los Negros proclama en sus escapularios la devoción inmaculista que los alienta, la misma que llevó a los hermanos Fernando Molina y Pedro Moreno a vender su libertad para sufragar los cultos de la Señora en 1615.

Desde los Terceros, los Caballos elevan al cielo la mejor escenografía barroca ideada en esa factoría del arte que creció y se multiplicó al amparo de la sombra ancha de Pedro Roldán. La luz de un jueves que se espera que venza a la lluvia y que reluzca en las coronitas de cristal de la candelería del palio romántico de la Virgen de las Lágrimas. Pero hay que cruzar el río. Desde la ya desaparecida fábrica de tabacos, la cofradía de las Cigarreras refleja en el Guadalquivir ese salón del trono que es su paso de palio.

Avanza el día. Sevilla es más pueblo que nunca. Dios aguarda en el arca de los Monumentos y las familias visten galas severas para entrar en los templos, para ver las cofradías. El sol declina por la Puerta Real y pinta un cuadro de Cabral Bejarano desde Laraña hasta el Museo. Es la Semana Santa interior, la dulce melancolía de una fiesta sin tiempo en la que Sevilla, por unos días, se parece más a sí misma. Hay un revuelo de barrio por la calle Feria. Triunfal, abrigada de merino, timbrada de cruces dominicas, la hermandad de Monte-Sión deja atrás las dificultades de años atrás para llenar de luz y adornar de tintineos de rosarios de plata la estación más jubilosa de la jornada. No habrá demasiado tiempo para marchar a la Magdalena y enmudecer con el misterio de la Quinta Angustia, con ese crujir del Señor del Descendimiento que seca las gargantas, que tensa la tarde.

Será el momento de buscar el paso de Nuestra Señora del Valle que nos llevará a otros tiempos de la Semana Santa, enhebrados en el bordado de hojilla que hoy es seña de identidad de la cofradía de la Anunciación y en otros siglos fue cobijo de la olvidada imagen de la Virgen de la Antigua. La marcha de Gómez Zarzuela volverá a ser bálsamo, pero hay que correr al Salvador. De sus naves rescatadas, del templo renacido, vuelve a salir el trono de plata del Nazareno de Montañés. Ya queda muy poco para la Madrugá...

  • 1