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El espacio de la sociabilidad

Leía ayer la hermosa carta al director a propósito de García Gutiérrez sentado a media mañana junto a la plaza de la Maestranza; pasaba gente demasiado endomingada para ir sólo de domingo...

el 15 sep 2009 / 02:29 h.

Leía ayer la hermosa carta al director a propósito de García Gutiérrez sentado a media mañana junto a la plaza de la Maestranza; pasaba gente demasiado endomingada para ir sólo de domingo: iba a un homenaje; bullían las taquillas del recinto y no cesaban de entrar extranjeros en su museo. De modo que, viendo enmarcada en la logia del vecino teatro la soledad del Mozart de Rolando y sintiendo el hervor del coliseo taurino, se comprendía perfectamente el vacío que el arte de Talía tiene aún en Sevilla. La Sevilla de tablas clausuradas durante centenares de temporadas tuvo que encontrar su espacio de sociabilidad en otra parte, aquí para ser exactos.

Esta plaza de toros ocupó el lugar que debería haber sido de la escena: el de las relaciones, con parabienes y desplantes, con la exhibición del bienestar o la ocultación de las penurias. Hasta él los espectadores llegaron y llegan vestidos como para un drama, en sus asientos se guarda el mismo silencio que en butacas, plateas y palcos; sólo aquí aplaude y pita Sevilla como hacen por ahí ante un escenario. Por eso tal vez el Sanhueza que nos trae a colación Ramón María Serrera, chileno con espíritu de tory británico, vencía al final su repugnancia a la "bárbara fiesta" y gozaba de ella. Por eso Sevilla, tan pródiga en poetas, no tuvo autores teatrales. No es fácil superar las herencias y los siglos no caminan en balde.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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