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El espejo de sus hermanos

Zoido no forzará la situación, está a verlas venir e insiste en que su papel es el de pilotar la transición.

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Juan Ignacio Zoido nunca ha sido de apuestas arriesgadas, de jugarse el todo por el todo. Amigo de tantear el terreno antes de dar un paso en firme, sólo se le recuerda un órdago que pueda merecer tal nombre, y fue en 2010, cuando faltaba un año para las elecciones municipales y se desmarcó con un rotundo "o soy alcalde o dejo la política". La afirmación pudo sonar a declaración espontánea, pero todos en su entorno reconocieron que estaba muy pensada, que no era precisamente un desliz. Y así era. Manejaba ya encuestas que le daban la mayoría absoluta, todo el viento soplaba a favor, el PSOE empezaba a hundirse (días antes José Luis Rodríguez Zapatero había anunciado en el Congreso los primeros grandes recortes a cuenta de la crisis) y no se veía otros cuatro años en la oposición, para eso cogía su toga y volvía a ejercer de juez. Ahora o nunca, dijo, puerta grande o de la enfermería, cara o cruz.

Salió cara, y de manera rotunda, tanto que con su brutal mayoría absoluta en Sevilla se convirtió en un símbolo para el PP nacional, para un Mariano Rajoy que lo exhibió como ejemplo de que se podía derrotar al PSOE incluso en su terreno. Todo eso lo convirtió en un referente para los suyos y ahora, impulsado por el mismísimo Javier Arenas en su adiós, se está viendo presionado a presentarse para presidir el PP andaluz. Pero la moraleja de esta historia, ya ha quedado dicho, es que este paso sólo lo dará cuando sepa que pisa un terreno firme, que tiene todos los triunfos en la mano. Zoido no va a arriesgar y se presentará sólo si sabe que hay consenso, con la certeza de que ganaría de calle, porque no está ahora para embarcarse en pugnas internas y luchar por un puesto que no estaba en sus planes.

El alcalde de Sevilla reiteró ayer que no baraja optar al cargo, pero añadió un "de momento" que deja las puertas abiertas, por si acaso. Cuenta con el aval directo e indisimulado de Javier Arenas, lo que propicia que ayer se le fuesen sumando adhesiones una tras otra, empezando por algunos de los que se barajan entre los aspirantes. Todos reman ahora con el viento a favor, conscientes de que todavía hay tiempo y ya surgirán otros candidatos (si al final los hay) para abrir un debate de verdad. Mientras tanto, Zoido es el hombre del momento, aunque desde Málaga no se están esforzando demasiado en disimular que no les entusiasma esta perspectiva.

Dicen los suyos que no lo ve del todo claro. Insiste en que su misión es la de llevar al partido hasta el congreso de julio y que, a partir de ahí, no hay discusión: "Mi prioridad y mi sitio es Sevilla ", como repitió ayer hasta la saciedad, incluso en twitter. Por ahora está disfrazado de hombre de transición, del puente entre la crisis abierta por el precipitado (aunque previsto) adiós de Arenas y la designación de su sucesor (o sucesora, que todo está por ver).

Las dudas, al margen de que quiere pulsar todas las sensibilidades del partido, le vienen porque no piensa dejar la Alcaldía y se le acumulan los cargos. Estaríamos ante la reedición de un caso como el de Teófila Martínez, que lideró el partido, siguió en el Parlamento y fue candidata, pero aquello no salió bien porque fuera de Cádiz siempre fue vista como eso, como la alcaldesa de Cádiz. Un cargo como el de regidor de Sevilla no deja mucho tiempo si se quiere una campaña intensiva, aunque en el PP ya se han encargado de señalar que más o menos igual está el presidente de la Junta y secretario general del PSOE andaluz, José Antonio Griñán.

La otra opción es dejar las Cinco Llagas (que igual lo tiene que hacer si llega el momento de decidir entre ser alcalde o diputado), ceder el protagonismo al portavoz parlamentario, Carlos Rojas, y llevar las riendas desde fuera, una operación que tampoco le es desconocida porque así llegó al Ayuntamiento hispalense: antes de las municipales de 2007 se llevó un año fogueándose sin ser concejal, pateándose la ciudad. Llegaron las elecciones y ganó, pero el pacto PSOE-IU le dejó sin Alcaldía, iniciando entonces cuatro años de intensa oposición. Ahí nació el famoso efecto Zoido.

Lo que está claro es que Zoido se presentará a la reelección como alcalde en 2015 y a partir de ahí todo se verá, porque una segunda mayoría absoluta le podría catapultar a ser candidato a la Junta un año después. Lo que está claro es que, salvo catástrofe de la coalición PSOE-IU, las elecciones autonómicas serán en 2016, y cuatro años en política son un mundo, a ver dónde está cada cual entonces.

Hasta entonces, Zoido analizará sus opciones con paciencia, porque ya ha demostrado que puede esperar el tiempo que sea necesario. Una de sus fortalezas ahora es que no tiene enemigos declarados en el partido, con lo que ya tiene mucho ganado. Y es que, cuando se pone, es difícil enemistarse con un político que le dice que sí a todo el mundo. "Yo no soy populista en absoluto, sino que ejerzo el diálogo", ha dicho alguna vez, y la verdad es que las cosas no le han ido mal. "Es más listo que inteligente", dicen los que le conocen, y así lo demostró al rodearse de un equipo que sabe lo que se hace.

A los 25 años ya era juez, a los 35 decano de los Juzgados de Sevilla y a los 39 director general de Relaciones con la Administración de Justicia. Ahora, tras haber sido delegado del Gobierno en Andalucía y secretario general del PP, se encuentra en esta encrucijada a los 55. Una vez más, en el momento y en el lugar adecuados. "Tienes que ser el espejo de tus hermanos", le repetía su madre, de los cuatro que lo tuvieron como referente cuando, a los 12 años, se quedó huérfano de padre. Hoy es el espejo de sus hermanos de partido en un PP que busca padre tras el adiós de Arenas.

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