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El fantasma de Sevilla

Bajo la gloria de las Setas yace el cadáver de Roma, lo cual no puede interpretarse sino como otra lección del mundo clásico.

el 01 jun 2011 / 19:35 h.

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Marcelo está sentado en el único poyete en sombras que queda a esa hora frente a la factoría de salazones, junto al templo. El olor no le importa tanto como el sol, terrible siempre a la hora de recoger al niño de la escuela. En un breve alto en el camino, y mientras el chiquillo juega con sus amigos a lanzar guijarros sobre las losas agujereadas con ese propósito (las tabulae lusoriae, abundantísimas por esas plazoletas por gentileza de la autoridad), él mira hacia el cielo pensando en la fugacidad de la vida, como buen ciudadano romano, sin saber que dieciocho siglos después el mundo en que vive estará bajo tierra y que el trozo de cielo que le hace filosofar se lo habrán quedado unas colosales setas diseñadas por los bárbaros de Germania. Naturalmente, también es incapaz de presentir los gritos a coro de los jóvenes que allí habrán de agolparse pensando que el mundo nació con ellos, aunque le sonarían a cosa conocida. Y como no sabe nada de eso y está aburrido, echa un vistazo a la tablilla escolar de su hijo, a ver cómo va esa caligrafía. La cita es del divino Marco Aurelio: El recuerdo de todas las cosas queda en un instante sepultado en la eternidad.

La visita al Antiquarium es estremecedora. Marcelo, si es que se llama así el espíritu que por allí deambula, guiando la imaginación del recién llegado por las aristas de la roca para completar los muros y patios derruidos con fabulosas estancias y floridas calles, sigue presente sin la menor duda, sentado en su poyete junto al templo. Es una forma de denominar a la capacidad proverbial del sevillano para presentir la vida allá donde alguna vez haya existido; al talento de la gente de aquí para comprender la existencia allá donde sólo quedan piedras, medio mosaico y tres columnas rotas.

Es reconstruir la estampa a partir de un pasillo, una escalerilla, la sombra de una fuente y medio zaguán. Pero eso no sería posible, con todo, si el legado físico de la antigua Híspalis, esas ruinas que allí se pueden ver, no fuese impresionante, y si la ambientación de las luces discretas y cambiantes no hiciese tan sugerente la experiencia, ya de por sí interesantísima, de contemplar la historia en su sitio.

Para algunos, los despampanantes mosaicos (y sus detalles: el de la Ninfa, los laureles, los pájaros...) serán el gran atractivo que haga imaginar cómo era la vida de los patres familiae allí tumbados en sus triclinios y comiendo higos mientras pasa la vida y borbotea la fuente del patio. Otros encontrarán más estimulante fantasear sobre cómo sería la vida cotidiana por esas calles apenas esbozadas, o en esa fábrica de salazones que ocupa el sitio exacto donde estuvo en su día, con sus piletas y pozos. Pero si hubiese que elegir un elemento arrebatador, puede que alguien señalase hacia la Casa del Sigma, restos de un posible templo y un patio con pozo.

Nada más desventurado que el hombre que recorre en círculo todas las cosas y que indaga, dice, las profundidades de la tierra, escribió el emperador, lo sepa o no el fantasma empeñado en que Híspalis no ha muerto del todo. Cuánta más no habrá por ahí cerca enterrada, diez metros por debajo de las pancartas que sueñan con cambiar el mundo. Memento mori: recuerda que eres mortal. A veces funciona el latín.

DE UTILIDAD:
Qué: Antiquarium, la exposición de los restos romanos hallados en las excavaciones del solar de La Encarnación.
Cuándo: Se puede visitar de martes a sábado, de 10 a 20 horas, así como los domingos hasta las 14 horas.
Cuánto: Gratis para los sevillanos.
Cómo: Mediante un recorrido libre por pasarelas elevadas junto o sobre los restos, incluye la factoría de salazones, casas y calles y algunos elementos extraídos y no recolocables, así como una casa almohade.

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