Cultura

El flamenco ha sobrevivido a crisis más graves que ésta

el 25 ago 2011 / 20:55 h.

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    Los indignaos del compás solo protestan de momento contra el Instituto Andaluz del Flamenco, pero ya que están metidos en faena podrían incluir a las diputaciones provinciales y, sobre todo, Turismo Andaluz. Estaría bien que les pidieran a estas instituciones públicas andaluzas la lista de artistas contratados en la última década para comprobar si ha habido o no dirigismo, favortismo y amiguismo, que niegan desde estas instituciones. Estamos seguros de que se iban a indignar todavía más.

    El mundo del flamenco no necesitó nunca subvenciones para sobrevivir cuando empresarios como Silverio o Manuel Ojeda El Burrero tenían sus cafés cantantes en Sevilla y, en el caso de Silverio, comenzaron a promover las primeras compañías de arte flamenco. Luego, artistas como Chacón y la Niña de los Peines, entre otros, empezaron a dar conciertos en teatros, como hizo un poco antes un cantaor malagueño de Vélez-Málaga, el célebre Juan Breva, al que la flamencología ha echado en el olvido total.

    El Concurso de Granada de 1922, creado por Falla y Lorca y apoyado por un nutrido grupo de artistas e intelectuales españoles, constituyó un gran acontecimiento y, sobre todo, una llamada de atención. Fue un fracaso en lo artístico y en lo económico, pero tuvo su repercusión y sirvió para revitalizar un arte que, según Falla y Lorca, estaba muriéndose como consecuencia de su comercialidad.

    Sin embargo, pocos años después de la celebración del certamen granadino nació la llamada Ópera flamenca, etapa en la que varios agentes artísticos de prestigio, como Monserrat y su cuñado Vedrines, decidieron llevar el flamenco a las plazas de toros y grandes teatros, contando con las figuras más grandes del momento, como eran Chacón, la Niña de los Peines, Cepero, Vallejo, Ramón Montoya, Niño Ricardo, la Macarrona, Marchena, Pepe Pinto, Manolo Caracol y otros muchos.

    Esta etapa de lo jondo tuvo su esplendor desde 1925 hasta la llegada de la Guerra Civil española de 1936. Tras la contienda, que supuso un parón en un momento crucial para nuestro arte, afectando no sólo a los espectáculos, sino también a la producción discográfica, la Ópera flamenca continuó su marcha con la llegada de otros grandes artistas como fueron la Niña de la Puebla, Canalejas de Puerto Real o Valderrama, pero la fórmula comenzó a morir por sus excesos comerciales. En los años 50 se abrió otra etapa, la de los festivales de verano, los concursos nacionales, el nacimiento de las peñas flamencas y de la flamencología. Hasta ese momento el flamenco no había necesitado apoyo económico de las instituciones públicas, pero comenzaron a venir con el fin del régimen anterior y la llegada de la democracia.

    Tanto reclamaban los flamencos apoyo de las instituciones públicas, que se ha llegado a esta situación que, ahora, parece que no gusta. Los políticos han ayudado al flamenco, pero son los que mandan y los que lo manejan. Está todo politizado y lo controlan todo. Hasta las peñas flamencas, que siempre habían ido por libre, están ahora dirigidas por militantes de partidos políticos.

    Ya que este grupo de artistas ha decidido pelear, que lo hagan de verdad. Pero lo importante es que se les exija a los políticos dos cosas:_la primera, que siga habiendo dinero para el flamenco;_y la segunda, que sepan administrarlo y no metan tanto las manos en este hermoso arte.

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