Cultura

El flamenco llega a las artes plásticas: Project Infiltrados

Más de 120 imágenes, dos películas y seis grabaciones de sonido originales conforman esta amplia exposición sobre la visión ‘extranjera’ del flamenco en las salas Chicarreros e Imagen.

el 16 oct 2009 / 20:34 h.

Se habló de "invasión extranjera", de un ojo infiltrado, apasionado e intrépido, que se adentró en la década de los 60 en ese mundo flamenco -rural y semimarginal aún en algunos casos; puro y sin contagios, transido de punta a punta por las fatigas y marcado casi en exclusiva por la raza gitana- que hoy ya forma parte de la nostalgia y la postal.

Steve Kahn (Los Ángeles, 1943) fue uno de esos infiltrados, un estudiante de Física que se bajó de un autobús en Morón de la Frontera en mayo de 1967 -tenía 23 años- para ser guitarrista de flamenco -"un par de años antes había oído el toque, crudo emocionalmente e impulsado por el compás, del maestro Diego del Gastor"- y salió de allí, dos años después, convertido en fotoperiodista.

De cómo Kahn cambió las seis cuerdas por el objetivo da excelente cuenta la exposición Flamenco Project, una iniciativa que trasciende las artes plásticas en una muestra que podríamos calificar de sensorial, y que incluye dos películas y unas estremecedoras grabaciones sonoras de lo que el flamenco fue -el camino de las conquistas siempre implica pérdidas, como las del recuerdo bronco de lo jondo, inédito en teatros y auditorios-.

Así las cosas, esta propuesta multimedia es el resultado de un empeño personal de Kahn que, 40 años después de su experiencia en Morón, "decidí desarrollar un proyecto que unificara esas dos pasiones mías: flamenco y fotografía" y que, al mismo tiempo, reuniera un conjunto de trabajos realizados por fotógrafos extranjeros -algunos ocasionales, otros profesionales y la mayoría, simples aficionados- capaces de transmitir "lo que la vida significó para nosotros en aquellos años", explica el californiano, que durante todo este tiempo ha buceado en la vida de los extranjeros que estuvieron en Morón entre los 60 y los 80.

Y resultó ser alargadísima la sombra del maestro Diego del Gastor, aglutinador del duende - "la experiencia de oír tocar a Diego fue algo totalmente distinto; no me llegaba simplemente, sino que se apoderaba de mi alma, me gritaba", recuerda del fotógrafo-; y Steve Kahn encontró hasta 17 fotógrafos, incluido él mismo, procedentes de los países más remotos.

"Durante seis años de investigación, rescaté centenares de fotos personales, digitalicé los negativos e hice copias maestras que devolvieron aquella época a la vida", relata Kahn, que asegura que "dar con la gente, oír sus relatos y mirar sus fotos ha constituido una aventura fascinante en sí misma".Christopher Carnes (California, 1942-2000), Tao Ruspoli (Tailandia, 1975), Phil Slight (Nueva Zelanda, 1932), William Davidson (Washington, 1938), David George Vogenitz (Wisconsin, 1930-California, 2003) y Jaen Grossenbacher (Oklahoma, 1951-San Francisco, 2008) son algunos de los reporteros que han cedido sus obras para Flamenco Project, "un fecundo intercambio creativo, cultural y personal que afectó a las vidas de todos los que se vieron envueltos en él", insiste el artífice y comisario de la exposición.Dentro de toda esta nómina, y de los ingentes, inéditos e impagables documentos, Kahn destaca hallazgos singulares, como el baúl de David George, repleto de negativos mohosos, pinturas y poemas. George fue un artista estadounidense que pasó muchos años en España. Durante los 60 escribió sobre los flamencos y los pintó, fotografió y grabó. "Todo aquel trabajo había quedado atrás, en una maleta, antes de que muriese en California en 2003". Y también está el borrador del documental Flamencología que el cineasta neoyorkino Daniel Seymour filmara en Morón en 1970 y que, "tras haber estado perdido durante 35 años, apareció milagrosamente en Perú", escribe orgulloso Steve Kahn en su texto Un viaje al flamenco, y de vuelta de nuevo...A partir de ahí, los visitantes podrán convertirse en esos testigos ocasionales, en infiltrados a cara descubierta de noches de fiesta, momentos de magia y duende, borracheras de taberna, señoritos condescendientes y patriarcas honorables, retratos individuales y de grupo, de un realismo expresionista.

Hay, como dice magistralmente José Luis Ortiz Nuevo en un texto escrito ex profeso para la muestra, "un atisbo del final de las cosas" en esta exposición imprescindible para nostálgicos que recorre, como un escalofrío, la esencia del flamenco por su espina dorsal.

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