Cultura

El flamenco pierde a un genio del baile

En la mañana de ayer, lluviosa y gris, Sevilla se enteró de la triste noticia del fallecimiento, en su propia casa, del gran bailaor Mario Maya. Padecía un cáncer galopante y se ha ido todavía joven, con 71 años. La noticia ha conmovido al mundo del baile y la danza, al no saber prácticamente nadie del arte que el genio padecía una enfermedad incurable.

el 15 sep 2009 / 15:52 h.

En la mañana de ayer, lluviosa y gris, Sevilla se enteró de la triste noticia del fallecimiento, en su propia casa, del gran bailaor Mario Maya. Padecía un cáncer galopante y se ha ido todavía joven, con 71 años. La noticia ha conmovido al mundo del baile y la danza, al no saber prácticamente nadie del arte que el genio padecía una enfermedad incurable.

Mario Maya Fajardo nació en Córdoba (1937), pero por casualidad. Todavía no hablaba cuando ya vivía bajo el cielo luminoso de Granada. Era, pues, granadino puro, de lo que ejerció siempre, a pesar de que hace décadas decidió vivir en Sevilla, donde será enterrado también porque era ese era su deseo.

Cuando de niño bailaba para los turistas en las cuevas del Sacromonte, la pintora inglesa Jostte Jones lo vio mover su menudillo cuerpo al compás de la guitarra y el cante, quedándose pasmada. Le hizo un retrato al óleo, con el que obtubo un importante premio de 200.000 pesetas, una fortuna para la época. Entonces, como había visto maneras en el prodigioso gitanito, le envió el dinero del premio para que estudiara arte en Madrid.

El joven Mario lo hizo; estuvo aprendiendo en la academia de El Estampío, pero también bailando en tablaos para, además de formarse como artista, ganar dinero. Estuvo en Villa Rosa y fue Manolo Caracol quien lo vio bailar un día, quedando tan admirado de sus cualidades que en seguida lo puso a trabajar con él. Poco tiempo después entró en Zambra, el último gran tablao flamenco de la capital de España, donde compartió escenario con Rosa Durán, el Gallina, Varea, Pericón y el Culata, entre otros.

Mario era ya, en el inicio de los años 50 del pasado siglo, una gran figura del baile flamenco. Pero le faltaba dar un nuevo paso, entrar en el mundo del ballet, de la disciplina. Fue cuando conoció a la gran maestra Pilar López, hace justamente cincuenta años. Con ella recorrió gran parte del mundo y, como le ocurrió a Gades, Güito y otros bailaores, descubrió otro mundo.

Eso lo animó a vivir algún tiempo en Nueva York para conocer el mundo del teatro de vanguardia, cuya experiencia le serviría más tarde para, con su propia compañía, crear obras que han hecho historia en el baile andaluz. En Nueva York ofrece un recital y es contratado por la Columbia Artis Managemen, dando una gran cantidad de recitales.

Ya en los años 60 creó el famoso Trío Madrid con Carmen Mora y otro gran bailaor, Eduardo Serrano El Güito. Carmen Mora murió en accidente de tráfico (México, 1881), dejándole a Mario una niña, que hoy es una de las mejores bailaoras de flamenco: Belén Maya.

Con este trío le llegaron sus primeros premios, el de la Cátedra de Flamencología y el Vicente Escudero, que animaron a Mario a crear su propia compañía y dar un nuevo paso en su carrera: el de crear un teatro flamenco de vanguardia. En 1974 estrena Ceremonial, con textos de Juan de Loxa, con tanto éxito que ese día quedó inaugurada la etapa de Mario Maya. Dos años más tarde, estrena en Granada Camelamos naquerar (queremos hablar), con texto de José Heredia Maya, un auténtico éxito que lo obliga a pasear la obra por todo el mundo.

En la primera Bienal de Sevilla (1980), Mario presentó ¡Ay, jondo!, otra de sus importantes creaciones. Después vendrían Amargo (1984), El amor Brujo (1987), Tiempo, amor y muerte (1988), Flamencos de la Trinidad (1991), Tres movimientos flamencos (1992), Réquiem y De lo flamenco (1994), La mar de flamencos (1998), y un número tal de obras y coreografías que sería imposible enumerar.

En 1982 participó en el I Giraldillo del baile, consiguiendo el premio. Bailó unas alegrías impresionantes, algo jamás visto en el flamenco. Ganó el premio con toda justicia, aunque hubo sus más y sus menos. Le reprocharon al bailaor granadino que acudiera al concurso, siendo la máxima figura del baile. Mario decidió tomar parte porque José Luis Ortiz Nuevo se lo pidió personalmente, con la intención de que prestigiara un festival que prácticamente acababa de nacer. Y fue así. El premio no le dio nada a Mario; en cambio, él le dio todo al concurso.

Al año de conseguir este premio, el bailaor ya vive en Sevilla y decide crear el Centro Mario Maya, con la idea de enseñar a los jóvenes el flamenco y otras disciplinas. Fue una constante en su vida; siempre estuvo preocupado por la formación de los jóvenes y porque éstos no vieran el baile como una manera de ganar dinero, sino como una vocación. Por eso aceptó dirirgir la Compañía Andaluza de Danza, en 1993, creando la base de una nueva etapa del baile en Andalucía.

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