Es penoso ver a los trabajadores de La Cartuja Pickman manifestándose para reivindicar una serie de salarios que se les adeudan. Y es que es tanta la incertidumbre que les acompaña en los últimos años, que ya tienen que tener, como dirían los modernos, callos en las espaldas. Cuando llegó el empresario Emilio Portes, tras una etapa en la que incluso los trabajadores llegaron a vender platos en el Prado de San Sebastián a precio de saldo, parecía que el futuro se vislumbraba algo más claro. Durante un tiempo, espacio por cierto en el que el Ayuntamiento no hizo ningún caso al empresario cuando reivindicó la creación de un museo de Pickam en Sevilla -y contenidos no le faltan-, las cosas iban razonablemente bien. Nació la primera tienda en un lugar emblemático de la ciudad, la página web de la marca era un modelo, y las ventas por televisión apuntaban bien. Sin embargo, existe la sensación de que todo se ha torcido. ¿De nuevo la crisis? Lo ignoro. Lo que si sé es que esos trabajadores merecen algo de tranquilidad en su futuro laboral, porque han demostrado ser capaces, y han sufrido ya demasiado.
