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El gatillazo nacional

Hay cosas que hacen que a uno se le arrugue. Se le arrugue el ánimo. Y me refiero a ese enorme gatillazo que para nuestro sistema político y judicial ha supuesto la fotografía del juez Garzón y el ministro Bermejo, escopeta en mano, compartiendo un fin de semana...

el 15 sep 2009 / 22:35 h.

Hay cosas que hacen que a uno se le arrugue. Se le arrugue el ánimo. Y me refiero a ese enorme gatillazo que para nuestro sistema político y judicial ha supuesto la fotografía del juez Garzón y el ministro Bermejo, escopeta en mano, compartiendo un fin de semana de cacería en una finca de Jaén. Para más recochineo la partida de caza estaba organizada por un dirigente local del PP. Ahí es nada. Vamos, que uno, en el pellejo del celebre juez o del berborreico ministro, ordenaba una investigación en toda regla, no vaya a ser que el tal militante popular pertenezca al famoso servicio de operaciones especiales del PP, más conocido como el SOEP - por favor no cambiar la P de sitio -y este buen hombre sea una especie de personaje de las novelas de espías de Le Carre.

En la famosa película "la escopeta nacional", veíamos lo mucho que pueden dar de sí las monterías. Muchas de ellas, como la que nos ocupa, son un gran acto social, aderezado por la subida de adrenalina que proporcionan el ruido de los tiros, el olor a pólvora y la sangre de los bichos. En ellas se hacen y se deshacen negocios, se fraguan amistades efímeras o eternas, se entrecruzan alianzas y se compran lugares en el escalafón social, económico o empresarial. Tienen su rito y, como todo lo sabroso de esta vida, sus problemas.

Pero en esta cacería de Jaén, lo importante no han sido los escopetazos, ni el número de bichos abatidos, ni la categoría de las puntas de los cuernos. Lo importante ha sido el gatillazo, o sea el acto frustrado al que ha conducido. Porque el gatillazo no es impotencia, sino debilidad momentánea, inoperancia circunstancial, o sea el quiero y no puedo.

No sabemos si Garzón y Bemejo hablaron mucho o poco en esta cacería, celebrada justamente al inicio de hacerse pública la instrucción del juez de un procedimiento, por corrupción, que amenaza fibras importantes del Partido Popular. Lo lógico es que hablaran, porque se conocen desde hace mucho tiempo, la incógnita es sobre qué lo hicieron. Pero lo cierto es que la simple coincidencia, agravada por la presencia del comisario general de Policía, responsable último de la investigación, abre un campo ilimitado de posibilidades y de sospechas que, sólo por eso desvirtúa cualquier acción posterior. O sea, el gatillazo.

A partir de la publicación de esas fotografías, que dan fe del encuentro, cambió el rumbo de los acontecimientos. Y probablemente, de no ser por esto, no hubiese tenido lugar esa otra foto de familia de todo el Comité Ejecutivo del PP, incluyendo a Esperanza Aguirre, haciendo piña con Mariano Rajoy.

En sólo un momento, se cambió de la defensa desorganizada, a la férrea formación en línea de ataque. Por supuesto que Garzón, mientras pueda, y Bemejo van a seguir con lo suyo. Pero a partir de ahora, ya nada será lo mismo. Y todo por un gatillazo, eso si, por un gatillazo nacional.

Periodista

juan.ojeda@hotmail.es

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