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“El glorioso pasado de Sevilla exige aún una gran servidumbre”

Tiene en su haber la gran mayoría de premios a los que podría aspirar en España un especialista en novela histórica, pero Jesús Sánchez Adalid se considera, ante todo, una persona comprometida.

el 21 dic 2013 / 21:30 h.

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pagina 10 Tiene en su haber la gran mayoría de premios a los que podría aspirar en España un especialista en novela histórica, pero Jesús Sánchez Adalid se considera, ante todo, una persona comprometida con que sus letras generen armonía y acuerdo entre religiones, razas y pueblos. Su último libro ha alcanzado la segunda edición a las pocas semanas de ver la luz: Treinta doblones de oro (ediciones B) se ambienta, además, en la Sevilla narcisista y decadente del barroco, en la que el autor hilvana una documentada trama de misterio y aventuras al más puro estilo de la gran novela de evasión. –Tiene uno la sensación de que los novelistas históricos siempre se están defendiendo sobre el por qué escriben lo que escriben... –Hay quienes se empeñan en decir que jugamos en una segunda división cuando no es cierto. La novela histórica es un género totalmente necesario porque, de algún modo, nuestro pasado tiene que pasar al imaginario colectivo, y estos libros juegan en ello un papel fundamental. –¿Qué le atrajo de Sevilla para centrar aquí su nuevo libro? –Sevilla merecía esta novela histórica. Merece esta y muchas más.Forzosamente, por su historia, son cientos los relatos que podrían crearse a partir de la observación de su pasado. Pero la ciudad no es la finalidad de Treinta doblones de oro, es una referencia imprescindible. Retrato una Sevilla adormecida en su belleza barroca y la gloria pasada, cuando ya ha perdido el monopolio de Ultramar. Aquel decadentismo me pareció un material literario de primer orden para ubicar en él a unos curiosos personajes que vivirán grandes aprietos, no sólo aquí, también en el agitado reino de Mekinez en Berbería y en la ciudad del cruel Mulay Ismail. –¿Es posible que aquella Sevilla barroca ensimismada ante el espejo esté todavía haciendo mella en la ciudad que es hoy? –Todo aquello pasó a finales del siglo XVII, forma parte de la historia. Lo que ocurre es que cuando el pasado es tan glorioso exige de alguna manera una gran servidumbre. Las ciudades, y Sevilla en suma medida, son tributarias de su pasado; esto tiene ventajas e inconvenientes. Hay ciudades como Berlín que fueron arrasadas y, a mediados del siglo XX, al reconstruirla imperó la novedad, la modernidad a toda costa, también en la mentalidad de su sociedad. Bueno, esto es Sevilla. –En su novela el Cristo de Medinaceli protagoniza también un episodio muy importante... –Es una historia muy curiosa que la gran mayoría de quienes viven aquí no conocen. Jesús Cautivo y Rescatado, conocido como el Cristo de Medinaceli, fue arrebatado en 1681 a la debilitada guarnición española de La Mamora, en el norte de África. Llegó desde allí y fue vendido por 30 doblones de oro. Parece una historieta propia de una leyenda pero es radicalmente cierta. Como ve, siempre hay una llama que prende y se convierte en novela. –A la hora de escribir, y una vez que ha recopilado toda la información, ¿no le ha tentado nunca la posibilidad de reordenarla en un libro de estricta historia? –Si hiciera eso destrozaría buena parte de la magia. Lo único que conseguiría así es continuar haciendo la historia, nuestra historia, patrimonio de eruditos e historiadores, esconderla del pueblo para dársela a la elite. Si algo han hecho bien los ingleses ha sido generar desde hace muchísimos años una ingente cantidad de novela histórica de calidad que hace que hoy estemos más familiarizados con su historia que con la nuestra. –¿Cuál es la clave principal que debe cumplir toda novela de este género? –El principio de verosimilitud; todo aquel texto que no lo cumpla podrá ser novela romántica de misterio, pero la novela histórica ha de ser coherente con la realidad en la que se enmarca el suceso. También considero esencial no ideologizarla. –De todos modos nunca será el género favorito de la crítica... –Eso es porque la inmensa mayoría de los críticos literarios españoles están formados en el realismo histórico y social. Confío en que poco a poco surja una nueva generación de analistas que sepan leer y juzgar convenientemente la novela histórica. –Realismo social, el género español por antonomasia... –Ha sido el gran género español, sin ninguna duda. Hoy día el lector demanda también una novela de evasión, bien escrita, que demuestre cómo podemos disfrutar de la historia sin que hagamos de ella un sermonario, textos ilegibles al alcance de muy pocos. –Pero también en su negociado comienza a haber saturación de oferta... –No todo lo que se escribe y que usted cree que lo es, es novela histórica. Hay una ingente cantidad de géneros bastardos, de novelas parásitas que quieren aprovecharse del tirón de la novela histórica, donde las hay buenas y malas, no lo dude. Pero habría que marcar distancias con respecto a la novela biográfica, las centradas en enigmas históricos, etcétera. –Desde la primera página de Treinta doblones de oro se advierte además cómo podríamos estar ante una excelente película... –Esa es otra asignatura pendiente de la cultura española: el cine histórico, casi prácticamente inexistente.Pero llevar un texto como el mío al cine costaría mucho más que rodar la sempiterna historia urbana.

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