Economía

El gran resurgir de Astilleros

Faltan decenas de metros para enfilar el arco que da la bienvenida a Astilleros de Sevilla -al que, por cierto, le han dado lustre- y ya resuenan los ecos añorados del metal. Máquinas cortadoras, idas y venidas de trabajadores, grúas trasladando containers, y sobre todo, barcos que ya toman forma y dibujan su silueta sobre el río. (Foto: Paco Cazalla).

el 15 sep 2009 / 02:04 h.

Faltan decenas de metros para enfilar el arco que da la bienvenida a Astilleros de Sevilla -al que, por cierto, le han dado lustre- y ya resuenan los ecos añorados del metal. Máquinas cortadoras, idas y venidas de trabajadores, grúas trasladando containers, y sobre todo, barcos que ya toman forma y dibujan su silueta sobre el río. Tras años de quietud y silencio, la factoría naval resurge.

Y lo hace con fuerza. Si antes el miedo sobrevenido con la privatización de la antigua Izar era si habría actividad para hacer renacer una industria con mucho arraigo en Sevilla -tanto que los vecinos de la barriada Elcano, en Los Bermejales, prácticamente vivían de la construcción de barcos hace no demasiado tiempo-, ahora se ha dado un giro de 180 grados y las dudas que se plantean son si la planta será capaz de dar respuesta a tanta carga de trabajo.

Tras la barrera de seguridad que, a día de hoy, no descansa para dejar paso a cada instante al trasiego de camiones, una imagen alentadora. Los aparcamientos de la plantilla (y de la industria auxiliar) han perdido la imagen desértica que presentaban hace, exactamente, dos años y medio. Y es que por aquel entonces, en septiembre de 2005, este periódico hizo el mismo recorrido pudiendo comprobar cómo han cambiado las cosas. Ahora, las calles que conectan los talleres con las oficinas y que recorren pequeños vehículos de carga, no están vacías. Los trabajadores van y vienen, afanados en sus tareas.

Nos acercamos a la zona de gradas, en la que las estructuras de acero comienzan a tomar la forma de las piezas que después se convertirán en un barco. Unos cuantos soldadores, "el trabajo por excelencia del astillero" -nos comentan- trabajan diseminados por todas partes. Junto a ellos, caldereros, tuberos, montadores, electricistas... Ruido de máquinas, corte de metal, chispas de soldadura. El astillero vive de nuevo.

Prueba de este renacimiento, las más de mil personas que en estos momentos trabajan en sus instalaciones. Son unos 1.300, de los que en torno a 300 son inmigrantes búlgaros, rumanos, portugueses y polacos. Y es que uno de los retos a los que se enfrenta hoy la industria naval es la falta de mano de obra cualificada, que no es fácil de encontrar ni siquiera en el extranjero.

Es una de las consecuencias que los años de inactividad han provocado en las profesiones directamente relacionadas con los barcos. Ante la falta de trabajo, cientos de operarios se reconvirtieron y se vieron obligados a recolocarse en otras industrias. Muchos tuvieron que marcharse, sobre todo a la Bahía de Cádiz, y ya no volvieron.

Uno de los jefes de taller, que entre otras cosas supervisa los trabajos de los bloques de acero que integrarán la nueva esclusa, explica que ya hay trabajando 76 chavales procedentes de los cursos de formación impartidos en colaboración con la Junta y que otros 50 están en ello sabiendo que no les faltará quehacer.

En el transcurso del paseo, aparece un grupo de unos quince chavales ataviados con sus cascos de seguridad. Y es que otro de los cambios que ha experimentado la factoría es su apertura al entorno que la rodea. "Vienen excursiones de estudiantes de FP para ver cómo es esto por dentro". Este grupo viene de Cabra (Córdoba) y está en segundo curso de Soldadura y Calderería. Manuel es quien se encarga de explicarles cómo funciona todo. "Cuando tengamos la nueva esclusa podremos hacer barcos de hasta 35 metros de manga, ahora estamos limitados a 24". Está en la zona de botadura y prosigue: "La construcción del barco se hace en seco y el día de la botadura se bombea agua para ponerlo al mismo nivel que el río". "Entonces se abre la compuerta y una parte del barco está en el agua pero otra no. Ése es el momento más delicado", enfatiza.

La figura de dos buques se perfila majestuosa en el astillero. Son los dos primeros barcos que saldrán de la factoría naval en su nueva etapa, ya como empresa privada. El primer parto, y de gemelos.

Son buques de carga, para el transporte de contenedores, encargados por la empresa danesa Clipper a Astilleros de Huelva. En el interior de sus carcasas de acero, se ultiman los trabajos de equipamiento antes de ser entregados al armador. Un trabajo que se simultanea con la nueva esclusa. Bloques de acero de enormes dimensiones (hasta un total de 48), de 42 metros de ancho, darán forma al puzzle de las nuevas compuertas del río.

Obra de gran calado no sólo para Sevilla, sino para la planta naval porque le permitirá ampliar la amalgama de barcos que el astillero puede construir, en estos momentos coartada por las limitaciones que marca la actual esclusa.

En cartera, tres barcos más esperan para ser construidos. Un tercer buque contratado por la finlandesa Viking Line. Ya "para el mes que viene, esperamos la llegada del material del cuarto barco para empezar a cortar el metal". Y hasta un quinto buque, en lista de espera, que tendrán como destinatario al Grupo Ulstein.

Pero ¿qué ambiente que se respira tras tantos años de batalla continua por la supervivencia? Lo cuenta uno de los que han llegado hace poco. "Están muy motivados. Se lo toman como si fuera algo suyo y lo afrontan como un reto". En su nueva etapa como empresa privada, propiedad de Astilleros de Huelva (80%) y Contenemar (20%), cada trabajador sabe que "el puesto lo defiende cada uno con su trabajo".

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