Cultura

El IAPH restaura un altorrelieve de San Jerónimo del XVI procedente de Osuna

Un pesado puzzle de terracota con cinco siglos de historia. A eso se enfrentan los técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) de la Junta. La obra fue un encargo del duque de Osuna atribuida al francés Miguel Perrin.

el 29 nov 2009 / 19:29 h.

Ana Bouzas y Rainiero Baglioni resaltan la descolorida ‘piel’ del santo, cuyo torso aparece partido por el abdomen.

Por las manos de Ana Bouzas y Rainiero Baglioni, dos restauradores de los muchos que visten bata blanca en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico de la Junta, han pasado en los últimos años el maravilloso Hypnos de Almedinilla, el espectacular Giraldillo y la bella Amazona herida de Écija.

Vamos, que están curtidos en mil batallas y curados de espanto, pues todas esas delicadísimas puestas a punto las han salvado con nota.

Pero su oficio les tenía reservado un hito más, otro más difícil todavía: volver a darle vida a un auténtico galimatías, un puzzle de lo menos media tonelada de peso que es una auténtica virguería.

Se trata del altorrelieve que encargó el duque de Osuna en el siglo XVI para su panteón ducal en la Colegiata, que representa la escena de un San Jerónimo penitente realizado en terracota con la maestría de uno de los grandes del barro como pudo ser el artista francés Miguel Perrin, quien también parece que ejecutó la escena de la Puerta de Campanillas de la Catedral y, por tanto, se codeó con otro grande como Mercadante de Bretaña.

"Cuando fuimos a recoger la pieza a Osuna -cuentan los técnicos- vimos que estaba hecha un puzzle porque, entre 1990 y 1991, la Consejería de Cultura decidió que se desmontase ante la presión que la bóveda sobre la que se asienta en la cripta estaba ejerciendo, además de por el gran daño que le han provocado las humedades del muro trasero".

"Al estar hecho de terracota, que es un material inerte y, por lo tanto, bastante estable, el altorrelieve ha sido una esponja que ha ido absorbiendo tanta humedad, lo que ha afectado sobre todo a la policromía, que se ha ido descamando".

"Aun así, con la intervención planteada podremos rescatar un 70%, aunque para eso aún quedan por resolver otras cuestiones previas", avisan. Y viendo el tamaño de las piezas fragmentadas y su peso, lo cierto es que Bouzas y Baglioni tienen faena para rato.

"Tenemos un año para restaurar y armar las aproximadamente cien piezas en que se halla dividido desde hace lo menos dos décadas un conjunto que, montado, tiene 1,80x1,60 metros", detallan.

Un ‘collarín' para el santo. Hacer una terracota de tales proporciones y en pleno siglo XVI tuvo que ser muy complicado porque "no había hornos para cocer esas dimensiones".

Es por eso que se fragmentó en placas de corte recto o redondeados que, una vez cocidos, fueron ensamblados con clavos de madera. Sin embargo, Bouzas y Baglioni se han encontrado con los efectos de varias restauraciones o apaños posteriores, algunos de hace 40 o 50 años.

"Los estamos documentando todos, tanto nosotros como nuestros historiadores", dicen, porque con la información al completo deberá tomarse una decisión colegiada acerca de con qué criterios concretos se restaura.

"Al altorrelieve le han añadido clavos de hierro, un bastidor de madera nuevo plagado de xilófagos. La cabeza de San Jerónimo estaba partida y vuelta a pegar con dos tubos sellados al cuello por dentro con ladrillos...", describen como despropósitos que habrá que corregir.

"A lo que sumar que la terracota está en mal estado", por lo que están probando a sumergirla con diversas proporciones de disolventes hasta dar con el que la fortifique.

"Tenemos por delante un reto precioso y de los complicados", dicen Ana y Rainiero. "Y no podemos fallarle a San Jerónimo, que lleva tanto deprimido, ni a su entristecido león", bromean.

Una huella ¿del autor? Hasta ahora, el rastreo de los técnicos no ha arrojado luz sobre la atribución de la obra al artista francés Miguel Perrin. "No, no hay firma, al menos de momento, porque con una policromía tan sucia y desgastada, la cosa será compleja", advierten.

No obstante, hay algo más intrigante quizás que la firma: una huella nítida en el interior de una de las placas en que para cocer la pieza se dividió el conjunto. No deja de ser una suposición, pero podría ser la huella del artista o del artesano que la coció. "Si tuviéramos una base de datos como la de CSI pero aplicable a la Historia...", suspira Baglioni.

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