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El Juli no pudo vengar la afrenta

el 03 may 2011 / 06:05 h.

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Ganado: Se lidiaron seis toros de El Ventorrillo, correctamente presentados. No sirvió el primero, que se coló siempre por ambos pitones; el segundo fue tan manso como protestón; el tercero, soso y sin emplearse, resultó manejable por el pitón izquierdo; el cuarto tuvo ciertas dosis de nobleza a las que ganó su mansedumbre; el quinto fue tan rajado como deslucido y el sexto no pasó de soso a pesar de dejarse por el izquierdo.

Matadores:
Julián López El Juli, de mora y oro, silencio y ovación.
Miguel Ángel Perera, de verde recluta y oro, silencio tras aviso y silencio.
Daniel Luque, de Carretería y oro, silencio y silencio.

Incidencias:
La plaza no llegó a llenarse por completo y se vieron claras en la sombra alta. La anunciada lluvia no llegó a desatarse en ningún momento.
álvaro r. del moral l Sevilla

Si la corrida de ayer tenía un argumento íntimo, era saber cómo respondería El Juli al altísimo listón marcado por Manzanares. Ya es más que sabido que el alicantino ha partido la Feria -y todo el toreo- en dos con una faena iniciática destinada a abrir nuevas fronteras en un arte del que saben tan pocos. Con cinco orejas cortadas en dos tardes, El Juli parecía un oponente imbatible hasta que el alicantino se reveló como un nuevo profeta.
En esa tesitura, y recordando que El Juli llegó a abrir la Puerta del Príncipe el pasado año con esta misma ganadería, se esperaba mucho más de un festejo que sólo tuvo una virtud reseñable: la brevedad. Desde que sonó el pasodoble Plaza de la Maestranza hasta que el sexto se fue a morir a la Puerta de Caballos transcurrieron menos de dos horas. La verdad es que tenía que haber durado aún menos; demasiada coba le dio la terna a la mansada de ayer que echó por tierra el prestigio ganado por esta divisa toledana en las últimas ediciones de la Feria.
Total, que El Juli no tuvo toros para escenificar ese pronunciamiento que habría dotado de nuevos argumentos una feria que se ha puesto muy cara. Y eso que el personal andaba esperándole con un cariño mostrado en la ovación recibida al abrirse de capote en la tronera del burladero. Pero el primero, más soso que noble en los primeros compases de su lidia, comenzó a protestar al segundo muletazo poniéndose a la contra del madrileño, que tampoco pudo entonarse por un pitón, el izquierdo, de viajes cortos y nula entrega. El maestro acabó despenándolo de un espadazo habilidoso y suficiente en espera de un cuarto que tampoco quiso unirse al guateque.
Ese ejemplar, un toro más burraco que salpicado, de preciosas hechuras y buenos comienzos acabó engañándonos a todos. Alegre en los capotes, rebosándose en los lances de la brega y abriéndose en las suertes desarrolló demasiado pronto la mansedumbre que llevaba dentro. A pesar de todo, El Juli le extrajo un puñado de naturales de trazo limpio y rotundo en las que el torete de El Ventorrillo mostró tanta bondad como escasez de fuerzas. El madrileño mantuvo su porfía por el lado izquierdo pero el toro acabó desentendiéndose por completo de la pelea marchándose a los terrenos de chiqueros en los que su matador lo cazó con una media de libro, bien agarrada arriba, que lo despenó para los restos.
Muchas menos opciones tuvo Miguel Ángel Perera, que de alguna manera volvía a la plaza de la Maestranza obligado a ser ese terremoto de hace tres campañas. Pero no hubo cartuchos que cargar en la escopeta. El segundo de la tarde sólo fue un manso protestón con el que pasó demasiado tiempo. Flojito en el capote, inválido en la lidia, salió muy suelto y rajado del caballo. Después no pasaría de andarín y gazapón, sin servir para el toreo. Lo poco que le pudo sacar Perera no podía trascender. Cuando el toro no protestaba se quería marchar y en esas circunstancias convenía habérselo quitado de en medio con mayor celeridad.
Perera tampoco sortearía material idóneo con el quinto, un precioso salinero que remató en tablas y burladeros con convicción y al que picó con acierto Ignacio Rodríguez. Después de un solvente tercio de banderillas comandado por Joselito Gutiérrez, el animal llegó al tercio definitivo con tantos pies como ganas de pirarse. Se dejó a medias por el derecho pero siendo tan tardo, soso y parado, era imposible argumentar una faena que no iba a ninguna parte. El personal, que se estaba oliendo el pescao que tenía que inaugurar la Feria de Abril, le recriminó la insistencia, arreciando la protesta cuando el toro terminaba de cantar la gallina.
De alguna manera, Daniel Luque era un tapado destinado a sorprender. Se esperaba de él y la verdad es que el joven diestro de Gerena se esforzó a tope toda la tarde estrellándose con un lote sin fondo ni forma. Llegó a estirarse lanceando al tercero, un toro picado con autoridad por Benito Quinta, que nunca humilló en los capotes. Altísimo de cruz, era muy difícil que metiera la cara en las telas. Además, no remataba los viajes y nunca se empleó de verdad. No se arredró El Dani, que tuvo que aguantar algunas miraditas y protestas por el derecho aunque por el otro lado fue mucho más manejable. Pero era un espejismo y aunque la concurrencia andaba loca por aplaudir lo que fuera allí había poco que hacer.
Daniel Luque volvió a salir enfibrado para recibir al sexto, un toro de claudicantes fuerzas que se derrumbó en el caballo y en la lidia en medio del enfado generalizado de la parroquia. El presidente, Fernando Fernández-Figueroa, dudó brevemente pero lo mantuvo en el ruedo. En la muleta protestaría de puro flojo y aunque mostró algunos espejismos por el pitón izquierdo los esfuerzos de Luque eran un empeño vano. Allí andaba todo el mundo loco por meterse media de manzanilla. Yo también.

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