Local

El mal de Truman

La Agencia Española de Protección de Datos, según una noticia publicada el pasado martes por El País en su edición de Andalucía, ha resuelto que las cámaras de tráfico de un municipio de la Costa del Sol vulneran la ley de protección de datos. Al parecer, el origen del asunto es la posibilidad técnica que tienen estas cámaras para identificar personas y elementos de viviendas particulares...

el 15 sep 2009 / 11:09 h.

La Agencia Española de Protección de Datos, según una noticia publicada el pasado martes por El País en su edición de Andalucía, ha resuelto que las cámaras de tráfico de un municipio de la Costa del Sol vulneran la ley de protección de datos. Al parecer, el origen del asunto es la posibilidad técnica que tienen estas cámaras para identificar personas y elementos de viviendas particulares, sin la garantía de que las imágenes capturadas no sean accesibles para terceros sin la debida autorización.

Un asunto del que conocemos algunos antecedentes similares en otras ciudades andaluzas. En Granada y Puerto Banús se prohibieron por el TSJA. En Málaga se permitieron. En Sevilla, su alcalde pretende instalarlas para luchar contra la prostitución.

Vivimos rodeados de cámaras que nos vigilan constantemente. En tiendas, en cafeterías, en un andén, una parada de autobús, en un concierto, delante de un cajero automático o en una sucursal bancaria. Dentro del vehículo o paseando por la calle. Incluso posibles víctimas de un fulano armado con un teléfono móvil. Ligados, además, a un gigantesco rastro electrónico de huellas personales, gracias a una tarjeta de crédito, una llamada de teléfono, un billete de avión o una estancia de hotel.

Alimentando desconocidas bases de datos, incluso de distantes latitudes, con hábitos de consumo, de trabajo o de ocio. En una inevitable cesión de intimidad. Con una fe ilimitada en la eficacia del control administrativo. Con una renuncia sistemática al dominio personal del uso, custodia, acceso, límites, de datos e imágenes. Un peaje, al parecer ineludible, del concepto contemporáneo de seguridad ciudadana y las posibilidades tecnológicas de aparatos de bajo coste.

Un asunto de tal impacto social, que el New York Times ha publicado una información sobre el creciente grupo de personas que enferman al creerse vigilados. De individuos que se creen los protagonistas involuntarios de un reality de televisión, como el de la película el "Show de Truman" protagonizado por Jim Carrey. Personas que padecen la obsesión de ser grabados, monitorizados, conducidos, estimulados, por una red mundial de manipuladores, ya denominada "gente www". Individuos anónimos que aprovechan en Internet esas informaciones íntimas y personales.

Situaciones extremas de una realidad que invita a reflexionar sobre derechos, riesgos, regulaciones y transparencia. Que demanda, al menos, una oportunidad para un debate social más sofisticado. Para un análisis más fino sobre la intersección entre las nuevas formas de los derechos individuales y las realidades emergentes del mundo actual.

Sobre la legítima aspiración democrática del derecho a la intimidad personal, ante nuevos escenarios tecnológicos que alcanzan cada vez más poder. La posibilidad, a fin de cuentas, de reconocer la dominante neblina de ignorancia, de ser conscientes del mundo que nos ha tocado vivir, de intentar esforzarse por las limitadas posibilidades de decidir cómo queremos que se controlen y gobiernen nuestras vidas.

Abogado

opinion@correoandalucia.es

  • 1