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El 'Método Arenas'

Javier Arenas ha mandado a Pedro Rodríguez, plenipotenciario alcalde de Huelva y hasta ahora presidente provincial del PP, al limbo de la política orgánica, ese lugar donde todo es de color pero nada existe.

el 15 sep 2009 / 16:13 h.

Javier Arenas ha mandado a Pedro Rodríguez, plenipotenciario alcalde de Huelva y hasta ahora presidente provincial del PP, al limbo de la política orgánica, ese lugar donde todo es de color pero nada existe. Le ha creado ad hoc un comité de estrategias para él solito, un órgano que, en la lógica organizativa del PP, equivale a tener un remo en el desierto. O como cantaba Sabina: a ser banderillero en Cádiz, donde no hay plaza de toros. Pero, impostando la voz, enarcando la ceja buena y dándole tres palmadas afectuosas en la espalda, el líder popular ha enviado a Pedro Rodríguez a un apostolado rural. Le ha regalado pan moreno, queso, un racimo de uvas y una bota de vino para que en su caminar abnegado lleve la buena nueva de la próxima victoria popular por los pueblos y plazas de Andalucía, renovando el mensaje del PP y repartiendo bulas para la redención política de los impíos.

Teniendo en cuenta que a Rodríguez lo quitan porque más allá de la capital el PP fracasa de forma severa en la provincia onubense, el encargo no tiene mucho sentido. Pero siendo obvio que el nuevo cargo es una nadería sin pretensiones, no lo es menos que Arenas sabe que Perico Rodri no piensa hacer ni medio kilómetro en cumplimiento del encargo. Firman tablas, vaya. Pero la parábola de Perico Rodri es oportunísima para testar que Arenas no ha perdido ni un ápice de su agilidad política, que no ha retrocedido ni un palmo en el control de su organización política y que sigue sin tener voz alguna con entidad que le lleve la contraria. El achique de espacios no lo inventó Menotti, sino Arenas. Así está, en plena madurez política y sin que le metan un gol en propia meta.

En Sevilla el concejal Joaquín Peña osó insinuar una candidatura alternativa a José Luis Sanz. En un plis plas, el listísimo Ricardo Tarno hizo que su renuncia pareciera un accidente político. Al congreso regional de Córdoba llegó Arenas con la lista de cargos impresa en letras de imprenta, escrita con semanas de antelación. Y se aprobó tal cual. Intacta. Sin sobresaltos ni discusiones. La renovación por adición que proclama el presidente del PP andaluz funciona. Es más, está salvando de la crisis al sector de los muebles a medida: necesita ya una mesa en la que quepan nueve vicepresidentes y 11 vicesecretarios, cada uno de ellos con importantes y relevantes labores, con acreditada influencia en las decisiones del partido. Esto quiere decir que toda la estrategia y aportación final, como los buenos mandamientos, se resumen en uno: lo que diga don Javier.

Los socialistas, obtusos y envidiosos, no quieren reconocer las ventajas del 'Método Arenas'. Ellos, tan jovialmente controvertidos, tan democráticos en sus usos y costumbres, estuvieron en su congreso de Granada peleándose por cada secretaría de área a ocho bandas provinciales, disputándole cada nombre a la dictadura de los parámetros de la paridad, la influencia y el reparto territorial. Y así anduvieron hasta pasadas las cuatro de la madrugada. ¿Y qué aporta tanta tensión?, se preguntará Arenas. Nada, se responderá. Para qué celebrar congresos realmente participativos si sirve con la mera apariencia. Para qué gobernar un partido cuando se puede pastorear. Para qué someterse a tanto escarnio y tironeo si es posible ganar los congresos sin bajarse del autobús. No oculto que en todo lo dicho subyace una admiración ilimitada por el líder del PP, el experto pavero capaz de mantener unida y cohesionada a su formación política en momentos difíciles (tras la derrota electoral de Rajoy), dispuesto a regresar al quemadero andaluz y amarrarse al timón ignorando los cantos de sirenas del Rajoy preagónico del último congreso. El impar perdedor de tres elecciones que convierte en esperanza cada derrota y cambia la pena por la alegría. Sin un cuestionamiento público por parte de algún militante, con apasionada y mayoritaria elegía mediática partidista y desmesura apologética a cargo de los suyos. El que pueda que dé más, que venga y arríe. Y si alguien chilla, su fiel Antonio Sanz siempre tendrá alguna vicesecretaría de área vacante en el bolsillo de la chaqueta. Al gobierno por la adición, ha dicho el líder. Y ahí van: en un autobús de dos pisos. Una plantilla política con pinta de politburó conservador que ensancha más y más. Pero lo más significativo es que el PP no parece asumir demasiados riesgos: podría parecer que el día que caiga el sistema actual los militantes, aherrojados y sometidos, tomarían la bastilla popular bajo la luz de azul cobalto de un despejado Brumario andaluz. Pero no será así: saben en qué partido militan, respetan y comparten el ADN de su estructura vertical y no participativa. Parafraseando al referente filosófico de Arenas (Menotti, como queda dicho) en sus invectivas contra Bilardo, añadiríamos: "La política es tan generosa que evitó que Arenas se dedicara a a la abogacía".

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