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El milagro de la Navidad

Cada año me causa más asombro y sorpresa la capacidad que tiene en estas fechas la gente, familias mileuristas incluidas, para lanzarse compulsivamente a las calles, colapsando centros comerciales,...

el 14 sep 2009 / 21:52 h.

Cada año me causa más asombro y sorpresa la capacidad que tiene en estas fechas la gente, familias mileuristas incluidas, para lanzarse compulsivamente a las calles, colapsando centros comerciales, aparcamientos, marisquerías, haciendo colas que desafían al más paciente ante mostradores de empaquetado de regalos, reservando comidas de empresa en restaurantes en los que no cabe ni un alfiler, pese a los módicos precios que no bajan de 30 euros.

En fin, un derroche al alcance, parece ser, de todo hijo de vecino. Nadie parece que está dispuesto a resignarse a no ser víctima de la explosión de consumismo imperante, haciendo un uso inconsciente de tarjetas de crédito y de la paga extraordinaria. Ni la subida del euribor, ni la desenfrenada escalada de precios, ni la inflación, ni la congelación de salarios, ni el paro y el empleo precario, parece que hacen mella en ese espíritu navideño que renace y se instala entre nosotros cuando nos toca sacar de altillos y trasteros, las figuritas del Belén. Sinceramente, creo que tan extraordinario comportamiento forma parte del milagro de la Navidad, al que de forma tan inteligente saben sacar su jugo hosteleros y comerciantes, a los que ahora toca hacer su Agosto; a lo que, por cierto, tienen pleno derecho, sobre todo los pequeños establecimientos a los que también debe afectar la crisis económica.

Va a ser verdad que los españoles todavía no sabemos valorar lo que vale la moneda de la que tan generosamente nos desprendemos. Mas, aún a conciencia de ello, recapacito en que, pese a esa demostración de que mucha gente no se molesta en pensar lo que deja de propina y en si tiene o no que comer conejo, hay otros que no vemos, pero con lo que también convivimos, a los que tanto despilfarro debe parecer una auténtica frivolidad e insulto a su miseria. Al final, hay gente "pa tó": pobres, ricos, locos y cuerdos.

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