Local

El mundo mágico de la calle Real

La librería Valme es de las pocas tiendas adonde se puede ir sólo a sentarse y charlar. Será magia, pero al pasar por la calle Real se oye el mar con sólo mirar a este señor, tras cuya breve figura se abre, inmenso, el paraíso de cualquier melancólico de bien: una librería de las que sólo existen en los libros.

el 15 sep 2009 / 00:13 h.

TAGS:

Como si estuviese esperando al tío de los camarones, con su ensayo sobre el universo en el regazo y una sensación de placidez que no se había visto en un paisano de Dos Hermanas desde agosto pasado en Chipiona, José Martínez toma la sombra en su hamaca mientras miles y miles de novelas, encrespándose a sus espaldas, amenazan con rebosar las orillas de la tienda y llenarle los pies de algas, de citas célebres, de sinopsis, de tramas enrevesadas, de ideas sueltas.

Será magia, pero al pasar por la calle Real se oye el mar con sólo mirar a este señor, tras cuya breve figura se abre, inmenso, el paraíso de cualquier melancólico de bien: una librería de las que sólo existen en los libros. Eso se llama aprovechar bien el espacio.

-Siéntese, siéntese usted ahí, en esa butaca. Esto es como la rebotica, je, je.

Antonio José Martínez, su hijo y propietario del establecimiento, ocupa la sillita que queda, con lo que don Ángel, que acude allí a protestar como todas las mañanas, se queda sin sitio durante un rato.

-¡Los libros son muy caros! -sermonea este caballero espigado y con aspecto de secretario personal de don Francisco Pi y Margall, aprovechando el efecto de su entrada en escena. Los Martínez aclaran que ésa es su diatriba preferida, pero que es mentira: que hoy, quien no lee es porque no quiere. Siempre hay un librito para un euro.

-La librería la montó mi hijo cuando volvió de la mili, en 1982. Era su sueño desde chico. Cuéntaselo tú, Antonio José.

-Siempre me han gustado. Yo me volvía loco en las pocas librerías que había entonces. Bueno, aquí en Dos Hermanas no había ninguna.

Cuando Antonio José viaja a algún sitio, que no es siempre, se mete en una librería para que se le abran los pulmones. Él y su padre no tienen nada que ver con el típico librero listillo, ese paladín de la prosopopeya que vende best sellers y lecturas escolares como sustitutivo de conferenciar en un ateneo. Ni mucho menos. El negocio...

-Es un negocio no negocio -aclara don José.

... El negocio es aún más encantador de lo que pueda parecer, porque padre e hijo, autodidactas, han ido aprendiendo de sus propios libros en venta, de los bisbiseos de los clientes al sugerirse títulos y autores durante años y años de visitar la tienda, mirar solapas y encargar rarezas. Antonio José acaba de descubrir Bel ami, de Guy de Maupassant, y está loco de alegría. Esa cualidad de no necesitar cursillos de 15 días para ser librero, sino toda la vida, habría que pagarla al ir a comprar un ejemplar, pero aquí es gratis.

Como siga entrando gente a este ritmo, definitivamente el tío de los camarones planta el canasto aquí delante. "Buenas, buenas." Para ser un negocio no negocio, entra una clientela muy clientela.

-La gente es mucho más lectora ahora que antes. ¿Que se compra más para regalar que para uno mismo? Qué más da quién se lo lea, mientras se lea.

La calle Real ya no se llama calle Real, sino Nuestra Señora de Valme. También las tiendas se llaman tiendas y ya no lo son, sólo despachos urgentes de mercancías. Es lógico que esto sea un negocio no negocio. La librería Valme es de las pocas a las que uno puede ir sólo a sentarse, a charlar, sobre un paisaje de miles y miles de libros.

-Antes, cuando las cosas no se hacían por ordenador sino que venían los comerciales de las editoriales, el de Planeta nos ponía como ejemplo por los fondos que tenemos.

-¿El de Planeta?

-Sí, papá. Aquel hombre que tenía el ojo malo. Que murió.

-¡Ah! ¡No sabía que se había muerto!

-Pues hace ya... tres años. Un Jueves Santo, fue.

El pobre comercial iba allí todas las semanas, con su cartera, sus pedidos y sus buenas tardes. Se sentaba y charlaba. Luego dirán que los libros son caros. Malditos roedores.

  • 1