Por si usted, lector, aún no ha tenido ocasión de verla, sepa que la muestra reúne 22 piezas que abarcan desde el Barroco hasta la actualidad -aunque la muestra está dominada por obras del siglo XIX- provenientes del Museo de Málaga, junto a una propia del Museo de la Autonomía.
Todas componen un recorrido que, según indica el comisario de la exposición, José Ángel Palomares, "busca que los visitantes se marchen reflexionando" sobre cómo ha visto y representado el hombre a la mujer y su rol a través del arte, aparte de deleitarse "con la calidad estética de las obras expuestas".
Para conseguirlo, se ha diseñado un recorrido que repara en los cuatro roles principales que el varón ha atribuido históricamente a las féminas.
La primera parte funciona a modo de prólogo y trata de mostrar mediante dos obras -la más nueva y la más antigua- la diferencia esencial en la visión de ambos géneros sobre la maternidad. "A la mujer, por ser portadora de vida, se la recluye en el dominio de lo íntimo, de lo privado. El hombre no porta vida, sólo es quien insemina, por eso tiene un rol más social", aduce el comisario.
En la segunda parada -bajo el título Mujer, abnegada esposa y disciplinada ciudadana- se explica "el rol burgués de mujer reservada con imagen de perfecta ciudadana". En este apartado destaca la obra Los niños José Juan y Gloria de las Bárcenas y Tomás Salvany (1899), de José Ramón Garnelo, por el contraste en el atuendo de la pequeña frente al de los varones.
El siguiente rol se define bajo el epígrafe Mujer y deseo: la visión carnal. Cuatro pinturas y dos esculturas conforman esta parte. "El hombre, a pesar de esa imagen de perfecta esposa, nunca se ha sustraído de sus deseos carnales", señala el comisario.
Los desnudos pueblan esta sección, destacando la diosa Hede (1892), del alemán Schmitt, y la Diana cazadora (1902) de César Álvarez Dumont, que aparece disparando una flecha con la postura justa para enseñar el pecho y esconder el pubis. "Porque se trata de erotismo, no más", apostilla. Y agrega: "La pintura es uno de los artes menos censurados a lo largo de la historia, únicamente el gusto de los mecenas ponía límites. Éstos aceptaban el erotismo pero no más allá porque iban a colgar la obra en el salón de su casa...".
La exposición concluye con una serie de obras costumbristas en las que la mujer aparece trabajando. Así, el apartado engloba seis cuadros y una estatua bajo el título Mujer y trabajo: La visión femenina más social. ¡No somos diosas!
"Ésta es la imagen más real del universo femenino", sostiene el comisario, quien desgrana que "a pesar de como la ha representado históricamente el hombre, la mujer también ha vivido. Por eso, este último apartado acaba con ese grito desesperado que proclaman desde el lienzo unas mujeres que sudan, sufren y pasan frío y hambre como cualquier hombre", subraya Palomares. Es por ello que aparecen féminas maquillándose -"estar guapa también es un trabajo", apunta-, fajándose como campesinas...
Como colofón, una talla de Manuel Ramos titulada Mendiga canaria (1944) pretende romper con todo lo mostrado en el recorrido: "La idea es que se salga de la exposición de esos roles y se aprecie la imagen de hoy en día que ofrece la mujer, que no tiene nada que ver con la que los hombres han venido ofreciendo a lo largo de los siglos también a través del arte".
