Cultura

El otro Alcázar

Hace siglos perteneció al palacio. Hoy vive separado de este y hace de jardín para un edificio de la Junta de Andalucía en la Plaza de la Contratación. Pero no es un patio cualquiera:es, según los expertos, el mejor patio de Sevilla en su género.

el 22 jun 2014 / 23:00 h.

Arcos, palmeras, las copas de los naranjos y, por encima de todo, rigiendo su calma, el cielo de Sevilla. Un destino poco conocido al que se puede entrar gratis. / Fotos: José Luis Montero Arcos, palmeras, las copas de los naranjos y, por encima de todo, rigiendo su calma, el cielo de Sevilla. Un destino poco conocido al que se puede entrar gratis. / Fotos: José Luis Montero Cualquier paisano puede pasar a verlo. Es gratis. Basta con ir a la Plaza de la Contratación, entrar en el edificio de la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía –el que está justo enfrente para el que suba por la calle San Gregorio– y decir al vigilante que quiere visitar el jardín andalusí. Entonces, lo invitarán a pasar a la oficina de la derecha, la del registro, donde se apuntará su carnet de identidad, le facilitarán un folleto y le brindarán compañía para que lo guíe hasta el lugar y una vez allí vigile, no sea que a alguien le dé por hacer una pintada o por saltarse el cordón de seguridad para asomarse más de la cuenta a un bordillo de alberca particularmente resbaloso. «El patio almohade de la Plaza de la Contratación es una joya», decía Inmaculada Díez, la guía oficial de esta serie de visitas por la Sevilla extravagante, desconocida, rara o alejada de las rutas de navegación habituales. «Me dejó totalmente sorprendida, hasta que salí de él no pude articular palabra». Y sonríe, porque en ella es ya un rito el quedarse atónita y muda ante las maravillas que su ciudad esconde de trecho en trecho. «Es un sitio que alberga más de mil años de historia, te hace pensar en cómo tuvo que haber sido la Sevilla de los almohades, totalmente espectacular. Es un lugar que todos los sevillanos deberían conocer», aconseja. Arquitectura sencilla pero muy sugerente la de este patio recuperado. Arquitectura sencilla pero muy sugerente la de este patio recuperado. Quien haya visto el Patio de las Doncellas del Real Alcázar se habrá sentido abrumado por la belleza mudéjar y renacentista de esa exquisitez. Es lo bueno de la mezcla de culturas (entre otras cosas). Este otro patio es de hechuras menos aparatosas pero también se sabe hacer imponente. Es otra época, otro estilo. Los almohades llegaron a Andalucía bastante enfadados con los dueños del lugar, los almorávides, que se habían relajado en sus costumbres. Estos otros venían con el fanatismo en perfecto estado de revista, y ello afectaba también a la arquitectura: más sobria, menos sofisticada. Y sin embargo, su belleza rotunda le ha hecho ganarse el título de ser uno de los mejores patios de su especie en España. Si bien no estaría de más que alguna que otra mañana no se aparcaran en él una o dos bicicletas. Más que nada, por lo que ello conlleva de descalabro de la imagen de conjunto. Con la ayuda de las palmeras, la tupidez de las copas de los naranjos (tan grandiosos como la arquitectura del patio) alfombra este de sombras verdosas y frescas salpicadas aquí y allá de humedades, naranjas caídas y moscas en aquelarre. Solo la fuente central destaca bajo un chorro de luz a la hora del mediodía, mientras el resto de la construcción se acoge a la protección de lo oscuro, el viejo secreto de los veranos sevillanos. Y no es nada pequeño: 38 metros de largo por 22 de ancho. En la información que se suministra al entrar se indica que este recinto, por hallarse en mal estado de conservación, tuvo que ser rehabilitado a partir de los años sesenta del siglo pasado por el procedimiento conocido como anastilosis, que es «reconstruir un elemento histórico partiendo de alguna de sus partes». El jardín, como se dice en el texto, «tiene una configuración tipo crucero, con un andén perimetral y dos andenes tipo crucero que se cruzan en el centro. Entre los cuatro brazos de estos se disponen albercas rectangulares comunicadas entre sí y con la alberca central, de forma circular y provista de una fuente, que quizá tuvo originariamente un surtidor». Llama la atención el hecho de que los parterres donde están plantados los naranjos se hallan a la misma profundidad que esas albercas, lo que produce un efecto curioso en la contemplación; como si algo no estuviese en su sitio, lo cual, bien mirado, puede ser otra forma de autocrítica: la rutina no siempre tiene la razón, lo insólito e inusual también puede ser una forma legítima de belleza. Aparte de seguir con la descripción arquitectónica de este patio, pegado al Alcázar pero desgajado de él, el folleto que entregan en la entrada dice que no se sabe qué plantas pudo contener en su día este trocito de palacio. El patio ha olvidado su viejo aroma. Y contra eso no hay anastilosis que valga.

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