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El Papa del deporte, en apuros

Juan Antonio Samaranch tuvo que emplear su proverbial muleta para lidiar con dos boicots en 1980 y 1984, pero no parece que su sucesor maneje con la firmeza con la que lo hizo el catalán una crisis como la que se plantea desde las sociedades civiles de las democracias más importantes. (Foto: EFE)

el 15 sep 2009 / 03:05 h.

Juan Antonio Samaranch tuvo que emplear su proverbial muleta para lidiar con dos boicots en 1980 y 1984, pero no parece que su sucesor maneje con la firmeza con la que lo hizo el catalán una crisis como la que se plantea desde las sociedades civiles de las democracias más importantes.

La sucesión de Juan Antonio Samaranch en 2001 convirtió a Jacques Rogge (Gante, 2-5-1942) en el nuevo hombre fuerte del Comité Olímpico Internacional, la organización supranacional más poderosa del mundo después de la Iglesia Católica. Cirujano de profesión, con experiencia en los Juegos de 1968, 72 y 76 como miembro del equipo belga de vela y jugador de rugby internacional, su ascensión en el COI había sido lenta pero segura, siempre bajo el ala del dirigente español. Fue presidente del Comité Olímpico de Bélgica y también máximo representante de los comités europeos antes de ser elegido el octavo presidente del COI. Es un hombre del aparato.

En la sesión de Moscú en la que Rogge fue investido, también se tomó la polémica decisión de otorgar los Juegos de verano de 2008 a Pekín. Fue la última jugada de un Samaranch que en su día apostó por el bloque comunista (Moscú 80) y también por volcarse hacia Asia (Seúl 88). Se planteó la inconveniencia de bendecir a un régimen opresivo como el chino pero la línea oficialista argumentaba que los Juegos Olímpicos eran la ocasión ideal para propiciar una tímida apertura.

La organización de Pekín 2008 no había dado grandes problemas, más allá de la polución que reina en la sede. Después del escándalo por los sobornos para llevar los Juegos de Invierno a Salt Lake City y del gigantesco desvío presupuestario y retrasos en las obras que ya acumula Londres 2012, por fin podía Rogge tomarse un respiro gracias a los cumplidores chinos.

Accidentada vuelta al mundo. Sin embargo, el estallido del conflicto tibetano y la brutal represión del gobierno chino a raíz del levantamiento de la provincia ocupada envalentonó a los muchos ciudadanos de todo el mundo que rumiaban algún tipo de protesta por la celebración en Pekín de unos Juegos Olímpicos. La intención del Comité Organizador de que la antorcha diese la vuelta al mundo en su periplo desde Olimpia a la capital china sirvió como excusa ideal a los activistas protibetanos, que cuentan con muchos partidarios en Occidente.

En el mismo recinto sagrado griego, un militante pacifista logró mostrar en todas las televisiones del mundo una pancarta en la que asimilaba los cinco aros a unas esposas que maniataban al pueblo tibetano. En Londres, varios manifestantes se abalanzaron sobre los relevistas extintor en mano, intentando en vano apagar la llama. En París, pese a las medidas de seguridad adoptadas, la llama tuvo que ser apagada y suspendidos los últimos relevos previstos; y también se preveían protestas en San Francisco y Melbourne.

Ante este panorama, la diplomacia china trabaja a destajo para evitar, al menos, que algún tipo de boicot desluzca unos Juegos Olímpicos preparados con mimo. El mismo Dalai Lama ha pedido que la competición deportiva se celebre con normalidad y los principales gobiernos del mundo han asegurado que sus atletas competirán aunque se reservan algún tipo de protesta simbólica, como no acudir a las ceremonias de inauguración y clausura del magno evento.

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