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El perfecto infeliz

La perfección es un valor y un problema. Véanse los siguientes ejemplos: hay quien se afana en sacar sobresalientes, limpiar y relimpiar sin descanso, elevar su marca deportiva... 70.000 sevillanos viven atrapados en una carrera de obstáculos que no tiene fin. Sufren el síndrome del perfeccionista (Foto: El Correo).

el 14 sep 2009 / 22:25 h.

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La perfección es un valor y un problema. Véanse los siguientes ejemplos: hay quien se afana en sacar sobresalientes a toda costa, limpiar y relimpiar sin descanso, elevar su marca deportiva... 70.000 sevillanos viven atrapados en una carrera de obstáculos que no tiene fin. Sufren el síndrome del perfeccionista.

Bajo esta etiqueta se esconden los luchadores que pelean para cumplir sus exigencias inalcanzables; los fanáticos que ven en los demás esa perfección que ya la quisieran para ellos y los desesperados por rozar un ideal construido sobre lo que los demás esperan de ellos. Son los prototipos de perfectos infelices: los primeros, porque parecen estar siempre al borde de la depresión. Los segundos arruinan sus relaciones personales. Y los terceros, por tender al suicidio y a los trastornos alimenticios.

Tres modelos humanos que crecen en la sociedad a un ritmo pujante. Se averigua en las estadísticas: entre el 5 y el 12% de la población es hiperresponsable, minuciosa, se anticipa negativamente a todo, necesita un respaldo afectivo constante y dramatiza el presente. O lo que es lo mismo: "vive en un sufrimiento que desgasta", puntualiza el doctor Manuel Álvarez Romero, director del Centro Médico Psicosomático de Sevilla y coautor, junto a Domingo García-Villamisar, del libro El síndrome del perfeccionista: El anancástico (Almuzara, 2007).

De hecho, la Organización Mundial de la Salud incluye este síndrome en su clasificación internacional junto a otros trastornos de la personalidad como la depresión, el histrionismo, el narcisismo o la hipocondría. Eso sí, aunque reconocido, hay problemas para detectarlo. De ahí que el facultativo invite a sospechar del síndrome cuando la persona "es un amante de la normativa, del orden, la puntualidad y necesita comprobarlo todo cada dos por tres". Más señas: se frustran con facilidad y sienten sus errores como una derrota. "Es como si llevasen el freno echado y les costase mucho rectificar. Esto ocurre porque la multa que se imponen es muy alta. Siempre están en números rojos".

Las consecuencias no se hacen esperar. Todos estos rasgos se somatizan hasta originar ansiedad, depresión, fibromialgia, jaquecas, colon irritable, hipertensión arterial, lumbalgia crónica o problemas con la comida. "Como decía Shakespeare: se debe dejar que hable el dolor, porque la pena que no habla gime al corazón hasta que lo rompe. Nada más lejos de la realidad porque la rabia contenida que sucede a la frustación es el factor más importante para desencadenar un infarto" advierte el doctor Álvarez.

Trastorno femenino. El experto también explica que estas alteraciones hacen mella, sobre todo, en las mujeres. "La relación es de tres féminas por cada hombre afectado. Esto es así por dos motivos: desde el punto de vista social, la educación ha fomentado en la mujer la responsabilidad del cuidado. Y a esto se suma la tendencia de su sistema hormonal a padecer ansiedad".

En la receta para controlar el síndrome del perfeccionista se mezclan "las pastillas y las palabras. Los fármacos se toman entre seis meses y dos años ya que ayudan a cambiar las fichas que tiene uno y que sirven para fomentar así las actitudes saludables".

Entre ellas, reírse de uno mismo, ver las cosas con perspectiva, dotar de sentido lo que pasa sin recurrir a la cadena del por qué -mejor preguntarse para qué-, potenciar la autonomía, conocer las propias limitaciones y aceptarlas, no querer contentar a todo el mundo y no caer en el afán de tenerlo todo controlado.

En resumen: "Los británicos tienen un refrán que anima a la gente a mostrar sus aptitudes burlándose del miedo universal al fracaso: Haz lo que puedas. Porque si no somos capaces de aceptar como positivo nuestro esfuerzo, aunque sirva de poco, ¿cómo podremos creer realmente en nuestras posibilidades?"

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