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El rey Alberto II no acepta la dimisión de su primer ministro

Leterme debe seguir. Al menos, así se lo ha dicho el rey de Bélgica, Alberto II, quien ha rechazado aceptar la dimisión que presentó el Primer Ministro belga el pasado lunes.

el 15 sep 2009 / 08:14 h.

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Leterme debe seguir. Al menos, así se lo ha dicho el rey de Bélgica, Alberto II, quien ha rechazado aceptar la dimisión que presentó el Primer Ministro belga el pasado lunes. El monarca pidió al gabinete que promueva "al máximo" las oportunidades de diálogo, según un comunicado del Palacio Real.

Según ha informado la Casa Real, el Rey Alberto, que estudiaba la propuesta del jefe del Gobierno desde el lunes, no ha aceptado la dimisión.

El Rey ha confiado a los ministros de Estado, François-Xavier de Donnea y Raymond Langendries, y al ministro de la Presidencia, Karl-Heinz Lambertz, la misión de examinar qué posibles garantías pueden ofrecerse para establecer un diálogo institucional "creíble".

El primer ministro Yves Leterme presentó su renuncia de modo sorpresivo, tras sólo cuatro meses al frente del Ejecutivo belga, por el fracaso de las negociaciones entre neerlandófonos y francófonos para una nueva descentralización en Bélgica. Se abría así un nuevo capítulo en la crisis política belga.

Justo este martes se cumplía el plazo que los partidos flamencos, empezando por el del primer ministro, habían dado a los francófonos para llegar a un acuerdo sobre una reforma en profundidad del Estado federal, so pena de retirar su confianza al Gobierno.

La dimisión de Leterme abría así una nueva crisis política, sólo cuatro meses después de que Leterme tomase posesión de su cargo.

Cuatro meses de conversaciones

En estos cuatro meses, Leterme había conseguido que los cinco socios de la coalición (democristianos y liberales flamencos y francófonos, y socialistas francófonos) se pusieran de acuerdo sobre el presupuesto y un paquete socioeconómico plurianual, pero no había conseguido avanzar en el terreno institucional.

Casi sin tiempo, el primer ministro intentó una maniobra arriesgada, vincular a los presidentes de los ejecutivos regionales en las negociaciones para la reforma del Estado, que estaban siendo protagonizadas exclusivamente por los dirigentes de los principales partidos.

El objetivo era plantear una negociación "de comunidad a comunidad" como piden los flamencos, ganar tiempo como desean los francófonos, pero al mismo tiempo obligar a su principal rival en el campo flamenco, el también democristiano Kris Peeters, presidente del Gobierno de Flandes, a "mojarse" en la búsqueda de un compromiso nacional con los francófonos.

Cuando quedó claro que el CD&V no secundaba la idea, Leterme propuso al Rey la dimisión de todo el Gobierno.

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