<< Vea el vídeo de la travesía de El Ronquillo antes de la construcción de la Autovía A-66
Los habitantes de El Ronquillo están divididos: los hay que se alegran de librarse de los atascos de camiones y los hay que ven en la A-66 el anticipo de la ruina de su negocio de hostelería. Ayer el tráfico pesado dijo adiós al pueblo, nacido precisamente de una venta en mitad de la carretera.
El fin de la travesía obligatoria de El Ronquillo cambiará para siempre su faz, ya que una parte importante de la economía local se ha volcado desde siempre en la restauración para los viajeros. La calle principal, la travesía de la N-630, dejó ayer de ser transitada por camiones por primera vez en ocho décadas. De pueblo de paso pasará a ser otro tranquilo pueblo en la Sierra Norte.
Francisco Llorente. Tras la barra del bar Desembarco, que además tiene 18 habitaciones hoteleras, este joven ve el futuro negro: "A esta hora [las 13.00] el comedor estaba el jueves abierto y con cuatro o cinco mesas ocupadas. Hoy [por ayer] está vacío porque no han señalizado en la autovía que en El Ronquillo hay gasolinera, hotel y restaurante. Maite Cejudo, también desde la barra apunta y dispara a bocajarro: "Si dentro de un mes esto sigue así, cerramos y seis familias irán al paro".
Francisco José Parra. Reposta camino de El Real de la Jara en la gasolinera a la entrada del pueblo: "La autovía vertebrará la comarca, traerá crecimiento económico, pondrá en valor la sierra y crucemos los dedos que la especulación no acabe con todo". Le parece que se ha ganado mucho en seguridad, "con esa calzada tan ancha y ese peralte tan bien nivelado que tiene la autovía".
Cristian Hozo. Rumano de El Ronquillo, explica que el día anterior, a la misma hora, el tráfico en el pueblo era "imposible". "Los fines de semana costaba la misma vida salir de El Ronquillo por el tráfico". Ha trabajado en la autovía y ahora la usará para desplazarse a su próximo empleo.
Diego Huertas. Camionero de Sevilla a Badajoz, expone que la travesía y la Media Fanega suponían "una pérdida de tiempo y nervios para no arrollar peatones. Además, en la cuesta se calentaban los frenos, había que subir a 40 o 50 [kilómetros por hora] y ahora se puede hacer a 90 sin problema alguno". Transporta cemento entre las dos capitales y con la Autovía de la Plata ha visto el cielo abierto.
Julia López. "Para mí que he llegado de Camas [a El Ronquillo] en 20 minutos la autovía está muy bien, pero para el pueblo será fatal. La travesía está desierta de tráfico, y El Ronquillo era un pueblo de paso, era su razón de ser. Había un bar cada 100 habitantes y ya han cerrado algunos, como el de al lado del ayuntamiento. Y el de enfrente está a punto de cerrar también. Con 2.000 vecinos no comen 16 bares y con la churrería pasará lo mismo: ¿quién se va a desviar para desayunar churros a las cinco de la mañana?".
José María Díaz Ferrer. El fundador del bar Casa Ferrer de El Ronquillo, con 79 años, lleva "80 viendo pasar camiones" y asegura que en el pueblo estaban acostumbrados a verlos desde la época en que llevaban "cisco y carbón". Su madre regentaba el bar La Morena, una leyenda en la España del Cuéntame, y bien de madrugada paraban los camiones que llevaban pescado a Madrid. No es pesimista: "Los fines de semana no van a pasearse autovía arriba autovía abajo, vendrán a comer. Pero no será lo mismo".
Joaquina Vargas. Barre su estrecho trozo de acera en la misma travesía de El Ronquillo: "Antes sacaba un cubo de tierra y grasa todos los días, hoy [por ayer] he terminado enseguida. La autovía me viene divinamente ¿No se nota la tranquilidad? No se podía pasar por el pueblo".
Chari Fernández. Desde la Venta del Alto, donde trabaja esta guillenera, lo tiene muy claro: "¡Bajarán los accidentes! ¡Cuántos camiones he visto volcados por la N-630! Y los negocios que se quejan ahora, han hecho dos años de agosto con las obras.
Francisco Donoso. Chófer retirado que ha recorrido toda España, tiene a la N-630 como modelo de vía "peligrosa". "Aquí se ha pasado la Santa Inquisición con la Media Fanega, así que la autovía me parece estupenda".
Agustín Sánchez. Ex encargado de la Venta del Alto, cree que el negocio, histórico y emblemático, sobrevivirá si invierte "en márquetin y publicidad" para aprovechar paisajes y turismo.
