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El Sánchez Pizjuán, territorio hostil

Acabó el año futbolístico y los números del Sevilla arrojan una clara conclusión, es mejor equipo fuera de casa y que en Nervión. Con Manolo Jiménez suele ocurrir. Ya hay un propósito claro para 2010.

el 19 dic 2009 / 22:51 h.

Al Sevilla no le va bien jugar en su estadio últimamente, no le va bien jugar ante su afición y no le va bien jugar en su ciudad. O, al menos, le va mejor jugar fuera de casa, a domicilio, ahí se encuentra más cómodo. Los datos no mienten. El Sevilla ha jugado 37 partidos ligueros, casi una campeonato, en 2009, y en estos 37 encuentros ha logrado sumar 69 puntos, el tercero que más en España, tras el Barcelona (85) y el Madrid (83). Pero lo curioso de todo ello es que a esa puntuación han contribuido más los buenos resultados lejos de Nervión.

En partidos fuera de casa ha acumulado 35 puntos, por uno menos, 34, jugando como local. Ha perdido los mismos encuentros en casa como fuera de ella, incluso ha ganado más partidos fuera, 11, que dentro, 10. Y otro dato interesante para la reflexión y para Manolo Jiménez, ha encajado en este 2009 más tantos como local (20) que como foráneo (16). De una forma o de otra, el Sevilla ha demostrado en este año que se acaba que es mejor fuera de casa que en el Sámchez Pizjuán. Las causas, la ansiedad algunas veces, la falta de tensión...

La derrota de ayer ante el Getafe, además de estos datos, deja otras sensaciones preocupantes. Preocupa de nuevo que Konko vuelva a convertirse en el indolente lateral derecho que pasó desapercibido en su primera temporada; preocupa, y desde hace tiempo, que Koné no demuestre ni la minimísima parte de los 12 millones de euros que costó en su día; y preocupa que la defensa, el estandarte de los equipos de Jiménez, haga aguas.

Con la derrota de ayer, y a pesar de los muchos partidos de Liga que restan, el Sevilla dice adiós a la Liga. Siete puntos menos que el Madrid y nueve menos que el Barcelona son una distancia insalvable. Se evapora una ilusión, que no obligación. Pero la forma de dejar marchar el sueño, en casa y ante equipos menores, produce desencanto.

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