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El Sevilla se hunde en Villarreal sin salvavidas a la vista (1-0)

Nefasta imagen del equipo de Manzano, que cae en Villarreal sin ofrecer síntomas de recuperación.

el 05 dic 2010 / 20:36 h.

El delantero malí del Sevilla Frederic Kanouté (2d) protesta al árbitro del partido tras mostrar una tarjeta durante el encuentro.

Dice Gregorio Manzano que su equipo no se le ha caído, pero el Sevilla de ayer es lo más parecido a un equipo hundido, destrozado y muerto que se recuerda en el Sánchez Pizjuán. No sólo besa la lona cada jornada, en España y en Europa, sino que no tiene medios para levantar dos palmos del suelo. Y lo peor no es la crisis de resultados que atraviesa, acrecentada por la triste e impotente derrota en Villarreal, lo peor es que para este conjunto abandonado no hay salvavidas posible a corto plazo. El entrenador contribuye cada vez más a ahogar al náufrago insistiendo tozudamente en soluciones que no son tales. Por ejemplo, Cigarini, si me apuran José Carlos y por supuesto Romaric. Y si el técnico no le acerca el flotador al ahogado, tampoco el club puede hacerlo. Estará obligado en enero, sí o sí, con algún fichaje, pero hasta que acabe 2010 el Sevilla, deportivamente hablando, está abandonado a su suerte. Quizás en la lejanía se intuyan los salvavidas de Navas y Luis Fabiano, pero muy en la lejanía, y quizás su recuperación llegue demasiado tarde, cuando los pulmones del náufrago estén empapados.

La derrota de ayer ante un Villarreal que dejó en el banquillo a medio equipo titular y que realizó uno de los peores partidos de la temporada ejemplifica lo mal que anda el equipo nervionense. No sabe defender, ni atacar, ni construir, ni presionar, ni elaborar. No maneja ninguno de los conceptos básicos mínimos que se precien en un equipo.

Como el Sevilla no sabe defender en conjunto, y a nivel individual cada vez anda más timorato, la única solución que pudo presentar al conflicto de ayer ante el Villarreal fue la más limitada de todas. Acumular jugadores, a ver si así al menos dificultaba la transición de la pelota del rival. Eso fue lo que hizo el Sevilla en la primera mitad del encuentro. Tras un fugaz arranque de orgullo inicial, el conjunto local no tardó en recordarle a los de Manzano que a día de hoy el equipo que juega al fútbol es el amarillo. Empezó a tocar y desarbolar el débil sistema sevillista, que se resquebrajaba a la mínima. Un balón perdido, cualquier inferioridad en cualquier parte del terreno de juego, representaba una herida casi mortal. Entre otras cosas porque los limitados futbolistas sevillistas o no saben o han olvidado cómo colocarse sobre el césped. Teniendo hasta tres futbolistas en la zona ancha, Zokora se quedaba solo, sin ayuda, cada vez que Cani o Cazorla se metían por el centro o cuando Rossi y Nilmar se permutaban para recibir la pelota. Mientras Zokora, decimos, corría de un lado para otro, Cigarini y Romaric defendían espacios muertos, porque sus pares creaban superioridad con dinamismo, algo cuyo significado no conocen los mencionados. Esa era una de las causas del problema, pero la acompañan siempre la mala coordinación de la defensa sevillista y las pérdidas absurdas de balón. Ahí copó el protagonismo Perotti, que dio origen al único tanto del encuentro perdiendo un balón que en pocos toques convirtió el Villarreal en gol.

Si la primera parte fue una pésima versión defensiva, la segunda fue la peor cara ofensiva, a la que Undiano y sus asistentes, además, contribuyeron anulando dos goles a los andaluces.

Porque el Sevilla quiso reaccionar, Manzano sacó Capel y Negredo y adelantó las líneas. Pero eso en este equipo no es sinónimo de nada. No sólo no sabe jugar por el centro, ya tampoco por las bandas. Los laterales apenas se desdoblaron, el centro del campo nunca acompañó y Senna se comió al Sevilla entero. Las pocas ocasiones creadas, dos, fueron por la cabeza de Kanouté, y nada más. Tampoco por parte del Villarreal, que se durmió al no ver peligrar el partido. Es normal, este Sevilla ya no asusta a nadie.

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