Cultura

"El sistema condena al raro, al que no actúa u opina como los demás"

Escritor y profesor de Secundaria, Juan Carlos Sierra elige un poema de Machado muy diferente a sus proverbios más filosóficos, pero igual de enjundioso.

el 16 feb 2014 / 21:42 h.

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15502129_2 Juan Carlos Sierra

La idea de que el loco no es un enfermo, sino un incomprendido dotado con una sensibilidad especial, es tan antigua como el hombre. Y la sospecha de que los sanatorios mentales pueden llegar a ser instituciones represivas, también ha gozado siempre de amplio predicamento. En este curiosísimo poema titulado Un loco, Machado proyecta una mirada piadosa sobre la figura del perturbado, que opone a otros perfiles sociales, a su entender algo menos respetables. Este es el poema escogido por Juan Carlos Sierra, escritor, profesor y director del instituto Pésula deSalteras para reivindicar la actualidad de su legado.

«El paisaje descrito en el poema, un paisaje otoñal, árido, de tonos marrones y rojizos, se encuentra en sintonía con el personaje del poema, ese loco al que supuestamente se le ha secado el cerebro, que va dando gritos en medio de un entorno hostil, también seco, con su figura grotesca: “flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,/ ojos de calentura…”», explica este jiennense afincado desde hace casi diez años en Sevilla. «Hasta aquí el poema no tiene más entidad y relevancia que lo meramente descriptivo en esa identificación de paisaje y personaje, pero de pronto aparece el giro que lo colma de sentido, que lo hace relevante y decisivo: “Huye de la ciudad…”»

En el prólogo a la primera edición del libro Páginas escogidas de 1917, escribe el propio Antonio Machado: «Pensé que la misión del poeta era inventar nuevos poemas de lo eterno humano, historias animadas que, siendo suyas, viviesen, no obstante, por sí mismas». Y a este propósito responden piezas como Un loco, caracterizado por un tono general triste, amargo, pero de una gran hondura y belleza.

Y aunque todavía no estamos ante el Machado asediado por las preocupaciones patrióticas y los nubarrones del futuro, ya se desliza entre líneas el ánimo reflexivo y crítico que siempre caracterizó su obra. «El ambiente urbano con sus mayorías biempensantes, con su aristocracia chulesca y prepotente, con su discurso homogeneizador, manipulador, ignorante y mentiroso, no soporta bien a los que le llevan la contraria, a los que cuestionan sus medias verdades y su lenguaje fullero», comenta Sierra. «A esos hay que eliminarlos, silenciarlos recluyéndolos en la marginalidad, expulsarlos para que no molesten o, en un birlibirloque perverso, darle la vuelta a la situación y hacerlos aparecer como extravagantes o dementes que no saben lo que dicen».

¿Quién no recuerda la rebelión de los protagonistas de Alguien voló sobre el nido del cuco, la novela de Ken Kesey llevada al cine por Milos Forman? ¿Quién las denuncias de desaparición de opositores políticos tras las puertas de los manicomios, en los años previos a la desaparición de la Unión Soviética? Para Sierra, no hace falta acudir a casos tan extremos para demostar que estas ideas poseen todavía una inquietante vigencia. «Esto es precisamente lo que me interesa de este poema, la capacidad del sistema –sea cual sea– de engullir a los disidentes o, en el peor de los casos, de hacerlos pasar por tarados que o bien hay que encerrar, o directamente anular».

«La terrible actualidad de este poema», prosigue el escritor y profesor, «se halla precisamente en este punto: el raro, el que no hace u opina lo que los demás, el que denuncia o se enfrenta a la crueldad de la masa activa o a la que de forma cómplice mira hacia otro lado ha de soportar esa misma crueldad en sus propias carnes elevada a la enésima potencia de su número. Esta actitud fascistoide campa a sus anchas a día de hoy; y lo más grave es que se produce de forma más o menos inconsciente entre aquellos que de boquilla se las dan de demócratas».

«El loco del poema “purga un pecado ajeno: la cordura/ la terrible cordura del idiota”. Demasiados hoy purgan el mismo pecado», apostilla Sierra. Por último, este estudioso y crítico especializado en poesía contemporánea cree que la figura de Machado «como todo poeta decisivo, trasciende las circunstancias históricas que motivaron su obra, se universaliza. Por eso sus versos son hoy tan actuales; nos hablan del aquí y ahora con un tino que a veces produce escalofríos, porque parece que el tiempo desgraciadamente no ha pasado por nosotros, ni afortunadamente por su poesía», dice. Las generaciones posteriores han aprendido de él «esa actitud compartida del poeta que ha abandonado definitivamente su torre de marfil, su pedestal sacralizado, que se halla inmerso en la vida como uno más, y que por tanto habla al oído de forma cómplice al lector que se quiera acercar a sus versos».

El poema elegido:

Un loco Es una tarde mustia y desabrida de un otoño sin frutos, en la tierra estéril y raída donde la sombra de un centauro yerra. Por un camino en la árida llanura, entre álamos marchitos, a solas con su sombra y su locura va el loco, hablando a gritos. Lejos se ven sombríos estepares, colinas con malezas y cambrones, y ruinas de viejos encinares, coronando los agrios serrijones. El loco vocifera a solas con su sombra y su quimera. Es horrible y grotesta su figura; flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, ojos de calentura iluminan su rostro demacrado. Huye de la ciudad... Pobres maldades, misérrimas virtudes y quehaceres de chulos aburridos, y ruindades de ociosos mercaderes. Por los campos de Dios el loco avanza. Tras la tierra esquelética y sequiza —rojo de herrumbre y pardo de ceniza— hay un sueño de lirio en lontananza. Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano! —¡carne triste y espíritu villano!—. No fue por una trágica amargura esta alma errante desgajada y rota; purga un pecado ajeno: la cordura, la terrible cordura del idiota.

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