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El sueño de la vida

Mientras Shakespeare triunfaba a orillas del Támesis con las primeras representaciones de su Sueño de una noche de verano nacía Calderón de la Barca.

el 16 sep 2009 / 06:45 h.

Mientras Shakespeare triunfaba a orillas del Támesis con las primeras representaciones de su Sueño de una noche de verano nacía Calderón de la Barca. En la obra del inglés se cocían todos los ingredientes del Renacimiento plantados por Bocaccio en El Decamerón y, de la misma manera que Velázquez encajaba en el cuadro de Las Hilanderas dos obras en un mismo lienzo, el de Strafford-upon-Avon metía una obra de teatro dentro de otra y combinaba sin complejos los elementos paganos y los cristianos, como habían hecho medio siglo antes los Ribera con sus sepulcros en la Sala Capitular de la Cartuja de Santa María de las Cuevas.

En el segundo tercio del XVII el medio mundo español había girado sobre sí mismo y mostraba su envés: el misticismo de los carmelitas se había convertido en una ascética social misticoide que buscaba, con orgías y cilicios de ida y vuelta -como en la ambientación de la escena de la película La Misión donde Robert de Niro mata a su hermano- la idea matriz de una salvación personal e intransferible. Se acababa el carbón que había impulsado la locomotora del Imperio y eso era lo que se cocía, más que en Lima, en Sevilla aunque Calderón escogiera Polonia como escenario de La vida es sueño.

Ahora la compañía de Ramón Bocanegra vuelve con ella para llenar las noches de verano de La Buhaira. Cuantos vayan a verla podrán reflexionar sobre la crisis financiera y mental en la que estamos inmersos y de la que cada cual pretende salir por su cuenta, como se sale de un mal sueño: levantándose a beber un vaso de agua. Y resulta que no. Vuelven Segismundo y su disyuntiva como volvieron cada siglo porque eso es lo que tienen los mitos, que no son sueños sino señales de alerta que reaparecen con la intermitencia del morse, del telégrafo lanzando mensaje en todos los naufragios.

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