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En defensa del profesor Lora Tamayo

Hemos tenido noticia de que ha existido una propuesta para cambiar el nombre del colegio de Educación Infantil y Primaria Lora Tamayo de Bellavista.

el 15 sep 2009 / 08:19 h.

Hemos tenido noticia de que ha existido una propuesta para cambiar el nombre del colegio de Educación Infantil y Primaria Lora Tamayo de Bellavista. Quienes tal cosa proponen, posiblemente ignoran la personalidad académica del profesor Lora Tamayo, y probablemente tampoco conocen hasta qué extremo favoreció el desarrollo científico en Sevilla.

El profesor Lora Tamayo nació en Jerez de la Frontera en 1904. Se licenció en Química, carrera que inició a los 15 años en la Universidad de Madrid, licenciándose además en Farmacia, que cursó por libre. Se doctoró en Química y en Farmacia igualmente en la Universidad de Madrid. Becado por la Junta de Ampliación de Estudios, heredera de la Institución Libre de Enseñanza, realizó investigaciones en el Instituto de Química Biológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Estrasburgo, que continuó después en el Hospital Provincial de Sevilla, cuyo puesto de farmacéutico había ganado con brillantez en 1924, año en el que logró por oposición otras dos plazas de responsabilidad en Sevilla: la de químico de Aduanas y la de farmacéutico militar. En 1933, e igualmente por oposición, ganó la cátedra de Química Orgánica en la Facultad de Cádiz, trasladándose a la de Sevilla en 1935, en la que permaneció hasta 1942, cuando marchó como catedrático de Química Orgániza a la Universidad de Madrid.

Durante los 18 años de permanencia en Sevilla, el profesor desarrolló una amplia labor investigadora que continuó después en Madrid. Sus líneas se desarrollaron fundamentalmente en la Enzimología y en la Química de las Fosfotasas por un lado, y en el estudio de los dobles enlaces conjugados y de la síntesis diénica.

A su llegada a Madrid en 1942, fue elegido director del Instituto de Química del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde desarrolló otras dos líneas de investigación, una sobre plásticos y otra sobre fermentaciones industriales. En 1967 consiguió crear el Centro Nacional de Química Orgánica. Por sus notables méritos, en 1991 la Real Academia Sevillana de Ciencias lo nombró Académico de Honor, puesto que ocupó hasta 2002, en el que murió en Madrid a los 98 años. Era además académico numerario de la Real Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la que llegó a ser presidente, y de la de Medicina y Cirugía de Sevilla. En 1961 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de París, y era además depositario de la medalla Echegaray, máxima distinción de la Academia Nacional de Ciencias, de la medalla Carracedo de la Real Academia Nacional de Farmacia y de la medalla Marqués de Acapulco concedida por la Asamblea de Miembros del Instituto de la Grasa.

En 1962, a los 58 años, fue nombrado ministro de Educación Nacional, ministerio que a instancias suyas cambió su nombre al de Educación y Ciencia. Se dedicó de inmediato a introducir cambios drásticos en la materia. Puso en marcha un plan de erradicación del analfabetismo, muy extendido en nuestro país en aquellos tiempos. Aumentó la edad de escolarización obligatoria a los 14 años, unificó las enseñanzas medias, reestructuró las técnicas; puso en marcha una nueva ordenación universitaria, incorporó a la Universidad las Escuelas Superiores de Ingenieros y llevó a cabo una amplia política cultural, educativa y de investigación, potenciando las conexiones entre la docencia y la investigación, para lo que impulsó la creación de centros mixtos entre la Universidad y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En cuanto a su política científica, amplió notablemente el número de plazas de colaboradores e investigadores científicos del consejo. Y en la universitaria, se le deben, entre otras cosas, la creación del cuerpo de profesores agregados, de los departamentos universitarios y de las cátedras de Bioquímica, inexistentes hasta entonces en la Universidad española. En su época se expandió la Universidad con la creación de los colegios universitarios, que serían el origen de varias de nuestras universidades.

El profesor Lora Tamayo no pudo concluir toda su labor por presentar su dimisión como ministro. Las causas fueron sus discrepancias con la manera de abordar el Gobierno los problemas universitarios, derivados de la revuelta estudiantil, la incoación de expedientes a varios catedráticos y la entrada de la policía en la Universidad.

La ciencia sevillana está profundamente endeudada con Lora Tamayo. Creó en la Universaidad las secciones de Física, Matemáticas y Biología en la Facultad de Ciencias, que constituyen las actuales facultades de dichos nombres. Y creó las secciones de Filología Moderna y Clásica, y las escuelas superiores de Arquitectura e Ingeniería Industrial. Impulsó también el Instituto de la Grasa del CSIC. Esta academia no pretende entrar en la aplicación del espíritu de la Ley de Memoria Histórica, pero entiende que errores como la eliminación del nombre de Lora Tamayo de un colegio sevillano no favorece su justo desarrollo.

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