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"En Secundaria los alumnos son todavía niños pese a lo que creen los maestros"

Tras pasar por magisterio y vivir la experiencia de una década dando clases, María Nieves Gómez reencaminó su andadura por el sendero de la pedagogía, estudiándola en Madrid, y erigiéndose años después en catedrática de una disciplina que hoy juzgamos fundamental.

el 01 mar 2014 / 00:01 h.

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La catedrática María Nieves Gómez García, fotografíada en el Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación. / J.M.Paisano La catedrática María Nieves Gómez García, fotografíada en el Museo Pedagógico de la Facultad de Ciencias de la Educación. / J.M.Paisano Si hacemos caso del lema de la Universidad de Sevilla: La excelencia es la vocación que nos mueve, María Nieves Gómez bien podría ejemplificar una de esas personalidades que dan sentido a tal eslogan. Profesora emérita, divulgadora, directora de tesis y docente vocacional, la suya ha sido una trayectoria marcada por el afán de dignificar la Pedagogía para convertirla en una herramienta útil a ojos del maestro y de la sociedad. Cuando usted se decantó por la Pedagogía, esta no era la rama del conocimiento más respetada. Directamente era algo que se despreciaba. Incluso recuerdo, hablo de 30 años atrás, que decir que eras pedagogo daba apuro. Estudié en Madrid y allí las clases eran por la tarde y teníamos las aulas más desvencijadas de todas. Cuando acabé mis estudios y dado que provenía de Magisterio, estuve nueve años dando clases en un instituto. Aquella experiencia me sirvió para poner en valor todos los conocimientos que, como pedagoga, había adquirido. Y decidí entonces volcarme en ella. ¿Han cambiado las motivaciones entre quienes en su época optaban por esta carrera y quienes lo hacen hoy día? En lo esencial diría que no. Hay tres tipos de estudiante; el vocacional, que es una absoluta minoría. Luego están quienes entran porque no han alcanzado más nota y los que lo hacen a partir de Magisterio. Pero unos y otros suelen coincidir en no saber muy bien de qué va exactamente esto. La pregunta ¿para qué sirve un pedagogo? está todavía en el aire. Es una cuestión que se cierne sobre nosotros, hoy y hace 40 años. Una de las primeras actividades que organicé cuando llegué a la Hispalense la titulé:_¿Para qué los pedagogos? Así que fíjese. Durante mucho tiempo nosotros mismos no sabíamos explicar para qué servía la pedagogía, no conocíamos bien cuál era nuestro oficio. Esto ha cambiado. Pero antes, aquel dicho de ‘cada maestrillo con su librillo’ aniquilaba la labor de los pedagogos. Nosotros llevamos décadas intentando que el que enseña, no lo haga por propia intuición, si no de una manera razonable, con unos mecanismos favorables para unos y otros que ayuden a una mejor transmisión del conocimiento. Con todo, la brecha entre el profesor y el pedagogo sigue siendo notoria. Existe. Pero menos que antes. Cuando un profesor está en el aula se siente dueño de ese espacio y le incomoda que alguien le vaya a decir cómo debe hacer las cosas. La situación del profesor en el aula es una situación de poder, de poder de él. Nosotros arbitramos, igualamos la balanza, lo que ha hecho que se cree una atmósfera antipática hacia los pedagogos. Poco a poco los profesores ha comenzado a adquirir confianza en nosotros cuando ven que resolvemos problemas. No es que tengamos recetas, pero sí que ofrecemos conocimientos para ayudar a mejorar la relación entre el enseñante y el alumno. Ahora bien, todavía hay pedagogos en centros a los que no les hace caso nadie. ¿Cuál es el aporte más importante que ha realizado? Mi ámbito principal de estudio ha sido la Historia de la Educación y, a partir de ella, hemos hecho una completa revisión del pasado, conociendo detalladamente la manera tan lastimosa en la que se enseñaba en el pasado. Cómo se adoctrinaba y adiestraba a los alumnos. Y cómo desde la pedagogía siempre hemos defendido la personalidad del estudiante. En ese sentido de vital importancia son sus monografías sobre Giner de los Ríos y Paulo Freire. De los Ríos conoció la España analfabeta y defendió una enseñanza que no estuviera sometida a ningún credo ni filosófico, ni religioso ni político. Freire, en Brasil, tiene muchos puntos en común con él. Se planteó enseñar a la gente con su propio vocabulario. De él aprendí lo que llama enseñanza bancaria y enseñanza liberadora. La primera es la que intenta introducir en la cabeza del alumno conocimientos como si fueran inyecciones; la segunda es la que persigue que se produzca una relación de diálogo entre el que enseña y el que aprende. ¿Qué habría que eliminar del actual sistema educativo? Pienso que tenemos una educación primaria excelente. No tanto así en Secundaria, donde se tiene más en cuenta al alumno, sí, pero me preocupa que muchos profesores piensen que tienen delante a mayores. Es mucho más fácil dar clase pensando que tienes delante a adultos que a niños. En Secundaria los alumnos son todavía niños, y más que profesores lo que necesitan son maestros. El profesor es mucho más distante, el maestro; más cercano. Usted fue una firme defensora de la polémica Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE). ¡Claro! Porque fue una ley muy buena que se apoyaba en una serie de pilares excepcionales. Pero claro, exigía un esfuerzo inaudito por parte de los maestros, por eso fracasó. Es mucho más fácil ejercer en el aula con manu militari. ¿Tenemos a países de referencia en modelos educativos? Podríamos citar a Finlandia, pero entonces también tendríamos que hablar del elevado número de suicidios de jóvenes que allí suceden. No es una cuestión de sistemas mejores. Es que en otros lugares los maestros cobran más y las clases tienen muchos menos alumnos. La creación del Museo Pedagógico es uno de los proyectos de los que se siente más orgullosa. Es una de mis ilusiones cumplidas como profesora. La semilla nació en 1989 y no ha sido hasta hace muy poco que ha visto la luz. Nunca nos ayudó ninguna administración. Y hace dos años se nos cedió en la Facultad de Ciencias de la Educación un pequeño espacio, un lugar muy pequeño pero que es una joyita. Reproduce una escuela franquista, entre otras muchas cosas; y en él hay cuadernos originales, libros de texto y juguetes de muchas épocas. Cualquier interesado puede visitarlo los martes y los miércoles. Lo siento como mi modesto legado. ¿Cómo valora su paso por la Hispalense? Siempre me he encontrado cómoda en ella porque nunca he dejado de hacer lo que he querido. Empecé en el 74, cuando este país comenzaba a ser libre. Y nunca ha sido la Universidad un obstáculo, pese a ser una institución excesivamente burocratizada. Por encima de todo están los alumnos, y este es un foro magnífico para el debate.

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