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Entre Dios y el César

La prudencia fue una virtud para teólogos como Fray Luis de Granada o para teóricos de la política, para Maquiavelo sin andarnos por las ramas. La prudencia ha presidido durante siglos la vida de las ciudades con cohesión interna, de Sevilla siguiendo por el tronco. Las hermandades son aquí un brote...

el 16 sep 2009 / 00:17 h.

La prudencia fue una virtud para teólogos como Fray Luis de Granada o para teóricos de la política, para Maquiavelo sin andarnos por las ramas. La prudencia ha presidido durante siglos la vida de las ciudades con cohesión interna, de Sevilla siguiendo por el tronco. Las hermandades son aquí un brote tan natural del devenir como sus barrios. Siglos de necesidades, de decadencia, de pleitos, de esplendor, de crisis y de superación crearon algo muy parecido a un ecosistema en el que siempre se supo que era muy peligrosa, casi mortal, la imprudencia de dejarse arrastrar por lo externo.

Sortearon como pudieron las hermandades a Bonaparte, hay noticias periodísticas sobre un gorro frigio de plata para la Macarena en la I República al que se opuso el sentido común: el reino de la Virgen de San Gil no era de este mundo. Más tarde llegó desde el exterior la propuesta de la huelga de cofradías en la II, abortada por la Estrella; la hermandad de Los Estudiantes no se plegó, en los años de Franco, a que la Legión le impusiera la estética de Millán Astray. Todos recordamos el caso omiso a unas saetas fuera de tono en el Baratillo y a la respuesta a lo Juan Panadero de Rafael Alberti.

Las hermandades de Sevilla han vuelto a ser prudentes ante una campaña pretendidamente de Dios para el César; han distinguido entre el territorio interno de la creencia y el de la calle, han revivido aquel episodio que contaba Núñez de Herrera: en la puerta del Ayuntamiento, unos jóvenes tradicionalistas gritaban "¡viva la Religión Católica Apostólica Romana!". Y él fue uno de los diez mil que pusieron las cosas en su sitio: -No, ¡que viva la Semana Santa! Son dos asuntos, señor. El nazareno envuelve sus sandalias en el último número de El Socialista. Han dado a Dios lo que es de Dios y a Sevilla lo que es suyo.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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