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Episodios nacionales

De Episodios Regionales califica en su prólogo Jacobo Cortines los trabajos de su tío, el también lebrijano Felipe Cortines Murube que recoge el precioso volumen De la Independencia, y mucho de ello hay en él, efectivamente, pero impresiona aún más el constatar en sus páginas el reinado...

el 15 sep 2009 / 23:31 h.

De Episodios Regionales califica en su prólogo Jacobo Cortines los trabajos de su tío, el también lebrijano Felipe Cortines Murube que recoge el precioso volumen De la Independencia, y mucho de ello hay en él, efectivamente, pero impresiona aún más el constatar en sus páginas el reinado de la desmemoria que se extiende por el período histórico al que hace referencia. Eso sucede siempre que se leen libros escritos cercanos, desde los Anales de Velázquez y Sánchez al inencontrable y merecedor de que viera la luz de nuevo Memorias de un siglo, del ursonense García Blanco.

Para empezar por el final, la Hermandad de los Santos, editora del libro, recuerda una cofradía gentilicia marroquí, como los Darkauas o los Raisuni, lo mismo que el apellido Murube, el del periodista represaliado Alí al Mrabet. Luego, por sus hojas desfilan frailes guerrilleros que manejan piezas de artillería, héroes locales -el patriota Tomás de Anoria, de la Puebla de Cazalla-, los sucesos dramáticos de la misma Lebrija y, sobre todo, la constatación fehaciente de aquella teocracia en la que Dios era español: el arma más poderosa para imponer la paz en un tumulto era un sacerdote en la calle con el copón del Santísimo Sacramento.

En el libro encontramos hasta cuál es la causa de que salga en la procesión del Corpus la imagen de San Fernando o por qué la Escuela de Cristo, en Santa Cruz, tiene esa extraña puerta por la barreduela que hoy se llama de Carlos Alonso, pero no trata de un mundo perdido sino de algo que todavía está a la vuelta de la esquina, que casi, casi llega hasta mí: es el tatarabuelo de mis sobrinos quien proporciona a Cortines el documento que narra la revuelta lebrijana, un suceso que muy bien pudo ocurrir en la Donnafugata de El Gatopardo. Sólo que aquí no hubo un Lampedusa que lo narrara.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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