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Esperanza flamenca para el nuevo tiempo que comienza

ElCorreo de Andalucía reúne en la Catedral de Sevilla a grandes artistas en su tradicional Concierto a beneficio de Cáritas.

el 24 dic 2013 / 01:02 h.

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recitalUn año más, El Correo de Andalucía cumplió su cita navideña en la Catedral de Sevilla con su tradicional concierto a beneficio de Cáritas, y de nuevo con una voz excepcional: la trianera Esperanza Fernández, cantaora de pletórica madurez que demostró en un generoso recital su capacidad para llenar de jondura cualquier melodía popular. Quienes han actuado en el Altar de Plata de la Catedral aseguran que es de esos escenarios que sobrecogen, incluso a los artistas más experimentados. Esperanza Fernández, además, hubo de pelear con unas bajísimas temperaturas, que desaconsejaban quitarse el abrigo en el interior del templo. Si a esto le sumamos que el repertorio escogido tendía a ser más íntimo y menos festivo que otros años, quedaba patente que el enemigo a batir era la frialdad. Pero no hay calor como el de los aplausos, y Esperanza los buscó poco a poco, sin precipitarse, dejando que el cante fuera tomando vuelo. Rodeada de sus entregados músicos, envuelta en un mantón colorido que contrastaba hermosamente con su rostro broncíneo, empezó a desgranar villancicos para deleite del respetable. No se hicieron esperar mucho los primeros ¡oles! sentidos tras El buen rabadán. “Con los dolores de parto/ loca llena de alegría,/ al ver entrar en su cuarto/ Virgen Sagrada María...”, cantó la trianera evocando a La Paquera por colombianas, para a continuación tomar asiento y hacer Los príncipes de Oriente por abandolaos, porque, se justificó, “soy flamenca y tengo que hacerlo flamenco, con muchísimo gusto”. Flamenco por los cuatro costados es, también, David Peña Dorantes, que tampoco quiso perderse la cita y acompañó a Esperanza en Mañanita de diciembre. Espléndido el pianista lebrijano, a un tiempo delicado e intenso, se acopló a la perfección con la cantaora antes de quedarse a solas. Ahí sorprendió Dorantes al alejarse de los registros más populares y ejecutar una pieza muy orgánica, atrevida y de notable impronta jazzera, como dejando claro que ya no necesita subrayar su jondura, pues es un atributo de serie. El Dorante que vimos, en fin, es el músico en imparable progresión, sabio e inquieto a la vez, que seguirá dando sin duda muchas alegrías a su público. De Dorantes, en concreto de su disco Orobroy, es también el tema que siguió a continuación, la  formidable Nana de los luceros que Esperanza cantó con vestido rojo: “Cuando vengan las noches/ frías de enero/ te traeré rescolditos/ de los luceros...”. Frío hacía, la verdad, para dar y regalar, en plena víspera de la Nochebuena y sin necesidad de que llegue enero. Pero nadie se movía de sus asientos, porque el flamenco siempre se ha revelado como un insuperable calefactor para el alma. Eso no impidió a la cantaora algún comentario desenfadado al respecto: “Mi corazón entrega paz y amor... Espero que os llegue, que lo sintáis aunque estéis pasando frío. Yo llevo aquí desde las cuatro de la tarde y no se imaginan la que he pasado”. Otra vez crepitó la candela de lo jondo con una personalísima versión de El tamborilero, donde la voz de Esperanza Fernández reveló, como en otras composiciones, su conocida riqueza de matices. Hay muchas cantaoras que son todo pulmón, pero ella nunca olvida colorear su cante, adornarlo con melismas, sacar el pellizco cuando lo exige la ocasión o destilar miel si de eso se trata. En esta empresa tuvo como inestimable aliado a su director musical, el ecijano Salvador Gutiérrez, quien partiendo de una formación muy contenida –dos guitarras, dos percusiones, tres chicas haciendo coros– apostó por una base melódica notablemente preciosista, luminosa y llena de detalles, a pesar de la aparente austeridad del grupo. Los Villancicos de Gloria sonaron a ídem por bulerías, elevándose en las bóvedas del templo mayor con una fuerza que difícilmente adquirirán en ninguna zambombá. “Quienes han actuado antes que yo pueden dar fe de lo que impone este marco”, comentó Esperanza Fernández aludiendo a Manuel Lombo, que se hallaba presente entre el público, y con quien ella misma compartió escenario en esta santa casa un par de años atrás. “No se abre todos los días la Catedral para un recital de villancicos flamencos”. No, no siempre tiene el flamenco la oportunidad de lucirse en un lugar como el Altar de Plata, aunque los metales de la garganta de los grandes maestros no hayan sido menos valiosos. Oyendo a Esperanza Fernández muchos se preguntaban cómo habrían sonado entre estas columnas las voces de Fernanda y Bernarda, de Antonio Mairena, de Manolo Caracol, deslizando la palabra de dios a compás sobre el oleaje de las seis cuerdas. Ya no es posible escuchar en el templo mayor de Sevilla a esos grandes monstruos del cante, pero sí existe la posibilidad de atender a los nuevos talentos. Tal fue el caso de Antonio Cortés, a quien Esperanza Fernández dijo no haber tenido la ocasión de conocer hasta la fecha en persona, pero con quien estuvo encantada de compartir tablas. El malagueño, que alcanzó la fama gracias al espacio televisivo Se llama copla, no dudó en desplegar su voz impetuosa para hacer dueto con la trianera en Los campanilleros, que Manuel Torre arrimó al flamenco antes de que La Niña de la Puebla extendiera dicho villancico por los cuatro puntos cardinales. Como Dorantes, Cortés se quedó solo también, acompañado únicamente por su guitarrista, con quien hizo una pausada versión de Nana para un rey, letra de Antonio Martínez Ares que popularizó Pasión Vega. Pasaba la hora larga de concierto y todavía quedaba lo mejor. Esperanza, ahora de verde, prometió que no cerraría la noche sin desgranar sus “villancicos más airosos”, y regaló sin más su Poropo-porpopon por tanguillos, aperitivo idóneo para un fin de fiesta por bulerías que, definitivamente, logró conjurar la noche helada y acercar al respetable al calor de la solidaridad y el compromiso. Porque, no lo olvidemos, esta era una noche en la que los protagonistas no ocupaban la cabeza del cartel, pero estaban en la mente de todos: las personas necesitadas, esas a las que el flamenco nunca ha vuelto la espalda, y les ha dado siempre esperanza para el tiempo venidero. La propia cantaora lo subrayó: “Gracias por ayudar, sobre todo a los niños. Yo tengo a los míos y sé que los niños tienen muchas necesidades. Ojalá entre todos consigamos que estas Navidades sean un poquito más felices”.

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