Cultura

Espido Freire resucita a la princesa que vino del frío a Castilla

‘La flor del Norte’ recrea las tribulaciones de Kristina en la España del siglo XIII.

el 12 ene 2011 / 21:33 h.

Espido Freire (Bilbao, 1974) rescata la voz de la princesa Kristina Haakonardóttir, hija del rey de Noruega y esposa del infante de Castilla, don Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio, en su nuevo libro, La flor del Norte (Planeta). Sus páginas suponen la primera incursión de la autora en la novela histórica.

Freire le da el protagonismo a una mujer misteriosa, profunda y bella dentro de una corte estricta y hostil. Kristina llegó a España desde Noruega para casarse con don Felipe y la escritora se ha trasladado hasta Covarrubias (Burgos) para presentar su nueva novela junto al "espíritu" de la princesa noruega.

La llamaban la flor del norte o el regalo dorado, pero para Espido Freire es un personaje "fascinante" y una mujer misteriosa que terminó muriendo "muy joven" y "lejos de su casa".

La idea de escribir esta novela llevaba en su cabeza casi diez años, cuando un amigo le mostró al personaje tras enviarle una fotocopia con su historia. Contada en primera persona, el libro es el relato de una mujer que tiene que aprender a ser fuerte para sobrevivir dentro de una estirpe estoica e implacable.

Para ahondar en su vida, la autora ha tenido que echar mano de la ficción y novelar su historia, ya que son pocas las fuentes y los documentos históricos que hablan de esta princesa.

El relato de Kristina va tejiendo paso a paso la crónica de todo su linaje, comenzando por su bisabuelo Sverre, el primer gran líder del clan birkebeiner y que arrebató el trono al rey, comenzando así una estirpe legendaria. Un hombre educado por la iglesia que terminó excomulgado por no dejarse manipular.

En sus páginas, Espido Freire -transformada en la princesa noruega- habla de la fuerza guerrera de los Birkebeiner, de su pueblo y su afán por sobrevivir, por reproducirse, por escapar de la muerte y de la extinción.

En este sentido, Freire explica que lo más complicado del libro ha sido construir la voz de esta mujer varios siglos después. "No me gustaba la imagen que había de ella de que era un ser frágil, de pelo rubio, guapa y melancólica. Ella fue una superviviente que llegó a una corte hostil".

Durante el relato de su vida, Kristina recuerda a su hermana Cecilia, viuda y vuelta a casar, perdida en el mar tras su segundo matrimonio, o la muerte de su hermano Sigurd, ahorcado por amor tras la muerte de Cecilia.

También habla de Felipe, el infante que desde la noche de bodas yacía en su cama sin cumplir el mandato divino de intentar procrear hijos. "Y la culpa recayó sobre Kristina", agrega enojada la escritora. "No he sido capaz de inventarme a Kristina, la novela es ficción y está admitida la mentira y el desliz", precisa la bilbaína, quien también se ha permitido "licencias" en el lenguaje para llegar al lector.

"Me gustaría haber creado un personaje que atrapara en lo literario y jugar con el lector, de manera que al final de la novela descubra que todo es otra historia distinta a lo que parecía", señala la premio Planeta con su obra Melocotones helados (1999), con la que obtuvo también el Qué Leer 2000 a la mejor novela española.

Con respecto a las cruentas guerras civiles que asolaron Noruega en esa época, la autora asegura que ha intentado "reducir los hechos históricos" y "simplificar al máximo" el relato, pero añade que tenía que "contextualizar la historia" para que el lector entendiera "por qué se había depositado la esperanza en la generación de la princesa".

Por contraste, Kristina llega a una corte "falocéntrica" y "deudora del Reino de Aragón" y "en constante pelea". Y ella sólo se planteaba el "deseo y la obligación" o el deber al pertenecer a una familia regia.

"Kristina no tenía nada claro qué significaba amar; le habían dicho que tenía que supeditar lo que sintiera", desgrana. Y apostilla: "Hace sólo una décadas se encontró el cadáver de Kristina cerca de Covarrubias".

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