Local

Estigmatizados, profetas, milagreros e incorruptos

La nueva beata es sólo una de las miles de candidaturas al Cielo que ha dado la ciudad. Conozca los casos más extraños.

el 30 sep 2010 / 20:24 h.

TAGS:

La idea surge tras la beatificación de Sor María de la Purísima. En estas páginas se han publicado las más insólitas guías, como ya sabrá usted (emocionales, aromáticas, nocturnas, misteriosas, románticas...), pero hoy se da un paso más hacia lo extraordinario: una ruta por la Sevilla de los santos menos conocidos; de esas personas por cuya bondad, dones portentosos o sus hazañas increíbles obtuvieron plaza fija en la Gloria o aspiraron a conseguirla. Como toda ruta, ésta tiene su guía: José Manuel García Bautista, el gran investigador sevillano de lo insólito, que anda recopilando casos para su quinta entrega de la serie más sobrecogedora y recomendable que ha llegado a acomodar sus lomos en los anaqueles de una librería: La Guía Secreta de Sevilla.

García Bautista ha clasificado a estas personas según las siguientes categorías: milagreros, aparecidos, bilocados, estigmatizados, profetas e incorruptos. Mientras escribe su libro, va contando a El Correo los casos más sonados, cuya ubicación se facilita por si el lector tiene a bien recorrer los lugares indicados desde esta nueva óptica, con ánimo de empaparse de la atmósfera de santidad que de ellos pueda desprenderse.

Las Dueñas: En su convento ingresó, allá por el primer tercio del siglo XVII, la adolescente María de Salazar, tras una serie de visicitudes personales que no vienen al caso. Cuenta García Bautista que como compensación a sus imperfecciones físicas ("se había quedado sorda como una tapia"), le fueron otorgados los dones más extraordinarios: la profecía, la curación con las manos, la manifestación en su cuerpo de los estigmas de la crucifixión, la contemplación de la Virgen... Cuando murió, sucedió algo formidable: empezó a sudar a chorros. Tanto, que el fluido llegó a salir por la puerta de la iglesia inundando la calle. "Aunque parezca extraño y, por qué no decirlo, un poco asqueroso", concede el investigador, "la sudoración abundante tras la muerte es del todo inexplicable". Al parecer, pañuelos impregnados en esa sustancia producían curaciones imposibles. Su cuerpo cuentan que quedó incorrupto, y que las monjas que lo cuidaban recogían en una tinaja el sudor que aún producía para atender las peticiones de los enfermos. Con la destrucción del convento en 1868 se perdió la documentación y toda otra pista existente sobre tan extraordinario caso.

Capilla de la Antigua: Allí, en esa enigmática capilla de la Catedral, dio su primera misa a finales del siglo XV uno de los hombres más tenidos por santos de cuantos han germinado en Sevilla, que ya es decir. Se trata del venerable padre Fernando Contreras. De entre su "admirable facilidad para hacer milagros", el guía destaca uno especialmente sobrecogedor: cómo logró rescatar a 300 niños cristianos de tierras musulmanas y traérselos a Sevilla. Y he aquí cómo: ganándose el agradecimiento de los reyes de esas desérticas tierras haciendo llover. La misa de acción de gracias por ese rescate masivo se celebró, precisamente, en la citada capilla catedralicia de la Antigua.

Cuenta García Bautista que, cuando al fin murió el venerable Contreras, y no sabiendo nadie dónde darle sepultura más dignamente, se apareció un chiquillo que por lo visto era un ángel o algo por el estilo y, señalando la puerta del coro de la Catedral, dijo que lo enterraran allí, desapareciendo ipso facto. "El día de su entierro casi hacen añicos el cuerpo del venerable", explica García Bautista, justificando en la devoción que despertaba el finado entre la feligresía el que le dejaran la mortaja hecha jirones. "Incluso algunos historiadores cuentan que no le dejaron ni una uña sana al pobre cuerpo."

Convento de Madre de Dios: Allí vivió y murió Sor Isabel de la Columna (Isabel Ponce de León). Siendo muy anciana y estando postrada en cama, le negaban la comunión no fuese a ser que en su desvalimiento dejase caer al suelo la Sagrada Forma. El día de San Andrés de 1596, la vieron gesticular y murmurar en su lecho como si estuviese siguiendo la misa y comulgando, llegado el momento. En su boca apareció un trozo de forma, la misma que le faltaba al párroco que acababa de proceder con el rito en la iglesia. Algunos autores aseguran, dice este peculiar guía de El Correo, que "muchos pudieron ver físicamente a Sor Isabel de la Columna recibiendo la Santa Forma en misa a la misma hora en que otros tantos testigos aseguraron que ella permaneció tumbada en su cama durante todo el día".

No muchos años antes, en 1564 y en el mismo lugar, murió Sor María de la Corona, quien por lo visto tuvo el don de la profecía, fechó su propia muerte y mostró en su propias carnes los estigmas de la crucifixión.

Calle Regina: También tuvo aptitudes proféticas (e igualmente adivinó la fecha de su fallecimiento) Catalina de San Josef o Leonora Petronila, quien desde muy niña padeció parálisis en sus extremidades y en el habla. Murió muy anciana y con fama de santa en 1776 y fue enterrada en el desaparecido Convento de Regina Angelorum.

La Caridad: José Manuel García Bautista pasa revista a los cuerpos incorruptos de Sevilla (Fray Miquel Márquez, Jerónimo Suárez, Fray Juan de Quiñones, Sor María Manuel...), deteniéndose en un caso muy especial, tanto por su popularidad y devoción como por hallarse su protagonista en proceso de beatificación: Miguel Mañara, caballero de la Orden de Calatrava e impulsor de la Santa Caridad. "Falleció en 1579 a los 53 años tras una vida azarosa, llena de peligros y luchas contra los moros y los ingleses. La crónica de su entierro apunta que fue amortajado con el manto de la Orden de Calatrava, con los pies descalzos y su cuerpo enterrado y apoyado en una cruz de madera en el suelo. La noticia de su fallecimiento generó en Sevilla una verdadera conmoción", relata el investigador, "especialmente entre las personas más sencillas y los pobres, quienes perdían a una especie de padre en quien buscaban amparo en los momentos más difíciles. Los hermanos de la Caridad quisieron mudar el cadáver de don Miguel y, al desenterrarlo a los seis meses, hallaron su cuerpo incorrupto".

Pero es probable que, en esta ruta, haya visto muchos más santos. De hecho, se ha tenido que cruzar con ellos. Hacen milagros cada día. Llevan el cielo a casa. Y nunca se sabrán sus nombres.

  • 1