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Esto no es una necrológica

JOSÉ ANTONIO GRIÑÁN. Senador y expresidente de la Junta de Andalucía.

el 06 nov 2013 / 23:38 h.

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PAGINAGRIÑANHay, en toda empresa humana, un algo que el mercado jamás será capaz de valorar. Es ese intangible que la define, que se aloja en el sentimiento colectivo de un pueblo, y que, como todo lo que no tiene precio sino aprecio, no puede formar su valor en el punto en que se unen la oferta y la demanda. El Correo de Andalucía tiene un dueño inextinguible: los andaluces que sabemos que la nuestra es una historia de rebeldía, y que si la perdemos perderemos también esa mirada que nos hace sentir profundamente andaluces; perderemos algo de esa Andalucía que combate la autocomplacencia, que cree en sí misma y que ha sido capaz de superponer al tópico una historia de lucha y de progreso. Duele la pérdida que se anuncia y nos angustia la orfandad que vamos a sentir muchos al perder la mancheta que siempre nos ha acompañado y firmas tan importantes y sabias como las de Antonio Zoido, Víctor Pérez Escolano, Fernando Álvarez-Ossorio, Kechu Aramburu o María Esperanza Sánchez, entre otros y otras, que enseñaron a sus lectores (a mí, desde luego) a poner voz a tantos silencios sobre nuestra tierra y a sentir el orgullo de esta pertenencia acogedora que incluye sin excluir. Frente a esos pelmas que constantemente están hablando de regeneracionismo, El Correo de Andalucía fue optimista y pionero en su apuesta por la democracia y por la autonomía: siempre confió en la capacidad de los andaluces para autogobernarse. Contó para ello con una redacción de la que salieron los mejores periodistas de Andalucía, los que hicieron, día a día, desde la transición democrática y la preautonomía hasta hoy, la crónica de Andalucía. Y contó también con una línea editorial profundamente andaluza. Lamentablemente, 35 años después de aprobada la Constitución, la crónica de España sigue haciéndose desde Madrid. Nada parece tener especial relevancia si no se hace en la villa y corte. Seas intelectual, artista, profesional, político o periodista, España sigue valorando el mérito desde el conocimiento que se tiene del país en la capital de España. Y lo triste de este centralismo es que con él nuestro país está perdiendo buena parte de su potencial. Es así y, si perdemos voces como las de El Correo de Andalucía, así seguirá siendo. Permítanme terminar diciéndoles que esto no es una necrológica: es tan solo un intento de decir que el mercado no puede ser la única regulación de la libertad de expresión y, mucho menos, el que decida la pervivencia de las voces que una sociedad necesita para sentirse más libre y más segura.

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