El Sevilla está casi fuera de Europa por primera vez en nueve años. Un auténtico drama teniendo en cuenta las exigencias actuales y el status alcanzado. Y no se le ha escapado a Míchel, ni a Reyes, se le ha escapado al club, incapaz de poner los cimientos necesarios el pasado verano y de reponerse ante cualquier adversidad, reflejo de lo que le ha pasado al equipo en los momentos importantes de la temporada.
Simplemente se planificó mal. Otra vez. Desde el fiasco del frustrado fichaje de Bielsa hasta que empezó la temporada no hubo capacidad de reacción, ni siquiera para cambiar la campaña de abonos, a todas luces desnudada por las circunstancias. Se fichó a Marcelino porque no había otro, y llegaron cuatro jugadores que, en líneas generales, bajaban el nivel de la plantilla. Y ya no están Palop, Escudé y Kanouté en condiciones de salvar los muebles. Y Navas y Negredo solos no pueden.
La línea entre ser el mejor presidente y el mejor director deportivo de la historia del Sevilla y no serlo tanto es muy delgada, y a este paso los que mandan, los máximos responsables, los que deciden, van a traspasarla.
