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Ezpeleta: «Hay quien no me perdona haber puesto a la hermandad al nivel de las grandes»

El hermano mayor de Los Gitanos, Juan Miguel Ortega Ezpeleta, hace balance de su mandato de 13 años y analiza las próximas elecciones, a las que concurren tres aspirantes. 

el 03 nov 2009 / 16:53 h.

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Juan Miguel Ortega Ezpeleta.

El próximo 31 de enero pondrá fin a 13 años de servicio a su hermandad como hermano mayor. El hombre que hizo posible el milagro de dotar de un santuario propio a la cofradía de Los Gitanos se marcha “por el bien de la hermandad”, dice, para evitar seguir siendo el centro de la discordia. Dice adiós uno de los hermanos mayores más carismáticos de Sevilla. He aquí parte de su legado.


Pregunta: ¿Qué balance hace de sus 13 años como hermano mayor?
Respuesta: Es muy duro, porque en ese recorrido se han sucedido tres elecciones, y en todas, menos en la primera, se presentaron tres candidaturas a las urnas. Y eso es un peaje que hay que pagar, porque las candidaturas que no salen elegidas, por regla general, se dedican a ir en contra de la junta elegida. El engrandecimiento patrimonial y cultual de la hermandad acarrea el disgusto y la impotencia de los que pierden. Eso es humano. Hemos tenido la suerte, porque Dios lo ha querido, de que la hermandad tenga un templo extraordinario, uno de los más grandes y con más vida de Sevilla. Y eso hay personas que no lo perdonan. Sé que yo causo malestar entre una minoría de la hermandad, 40 ó 50 personas, que son capaces de movilizar a más de un centenar. Ésa es la cuestión. Siempre que ha habido elecciones las hemos ganado y los perdedores se han dedicado a hacernos la contra.


P: Por su obras los conoceréis. Sobre sus espaldas recae la construcción de un nuevo templo, la ejecución de dos mantos de salida, respiraderos y varales de plata para las Angustias... ¿hay quien no le perdona que haya conducido a la cofradía a las más altas cotas patrimoniales de toda su historia?
R: A tenor de lo que está ocurriendo tendría que decir que sí. En los cabildos que se han celebrado siempre ha habido una gran parte de oposición. Y las impugnaciones que se han elevado a la autoridad eclesiástica siempre han sido firmadas por personas de esas candidaturas a las que me refería. Han bombardeado y atiborrado a la autoridad eclesiástica de impuganaciones y denuncias.


P: ¿Comprende, pues, las circunstancias que llevaron a la autoridad eclesiástica a amonestar a su junta con reservarse el derecho de admisión de sus componentes para las próximas elecciones?
R: Las puedo comprender, aunque no las comparta en su totalidad. Aquí ha faltado que esa misma consideración que se nos realiza a la junta a través del decreto del delegado diocesano de Asuntos Jurídicos también se hubiera extendido a quienes fomentan la desestabilización de la hermandad presentando impugnaciones. Los agitadores han quedado libres y nosotros hemos quedado señalados. No se ha hecho una justicia salomónica.


P: ¿A su juicio, cuál ha sido el cáncer de la hermandad durante estos años?
R: Veinte o treinta personas. Entre ellas una que se dedicó hace tres años a enarbolar la bandera de la agrupación musical de la hermandad para ir en contra mía e intentar destruirme. A la agrupación la utilizan los perdedores para echarla en contra de la junta de gobierno. Han alimentado ahí un problema que en estos cuatro años se ha estado pagando.


P: ¿Por qué, pese a su brillante gestión, despierta usted un odio visceral entre algunas personas?
R: Una persona muy respetable e importante me dijo un día que lo que hay en contra mía es envidia. Engrandecer una hermandad y ponerla donde se ha puesto, eso aquí no se perdona.


P: ¿Es verdad que usted disponía del dinero para hacer la torre-casa de hermandad y no le han dejado?
R: Tenía el ofrecimiento. Y no me han dejado por lo mismo que estamos hablando. Yo aquí no le intereso a un grupo que se dedicaba en los cabildos a repartir consignas por escrito en contra de la junta.


P: ¿Por qué la duquesa de Alba tiene tanta afinidad con usted?
R: Porque aquí siempre la hemos tratado como merece. Ella es camarera de la Virgen desde 1948, cuando la hermandad estaba en Santa Catalina porque el templo estaba destruido. Ella con mi forma de llevar la hermandad ha comprendido que era el momento idóneo de ayudar a la hermandad. Aparte, somos dos buenos amigos. De chico he jugado al esconder y a los fantasmas en las Dueñas. He sido compañero de nazareno del heredero, Carlos, hemos hecho pasitos de cruces de mayo desde allí –las Angustias chica, que el capataz era Balilla– y hemos pasado unos ratos estupendos. Ella tuvo a bien ceder unos compartimentos en su casa para que la hermandad guardara sus enseres. En su casa hay muchas fotografías de mi tío José el Gallo, de Rafael el Gallo. Ella también era muy admiradora del tablao flamenco Los Canasteros, decía que era el Teatro Real del flamenco. En fin, que hay una estrecha afinidad.


P: ¿Qué va a pasar con las cuentas de la hermandad que siguen sin aprobarse?
R: Se llevarán otra vez a referéndum al cabildo de enero y si tienen a bien aprobarlas se aprobarán y si no, otra impugnación.


P: ¿Tiene la sensación de que se marcha por la puerta de atrás?
R: No. Tengo la paz interior y la tranquilidad de saber que me voy con el deber cumplido. No hemos podido realizar todo lo que queríamos, pero anda que si lo logramos... ¡menuda hermandad dejamos! La puerta grande para mí es haberme presentado tres veces y haber salido elegido. Quizás si ahora me presentara, a lo mejor saldría elegido otra vez. No lo hago, entre otras cosas, por el bien de la hermandad y porque no aguantaría otros cuatro años con más impugnaciones. Si de algo ha pecado este hermano mayor es de querer a su hermandad. No me voy a molestar en sentir rencor por nadie. Sólo diré lo que dijo el Señor en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.


P: ¿Ha echado en falta en este tramo final de su mandato el respaldo de la Iglesia?
R: La Iglesia siempre me ha tratado muy bien, principalmente, el prelado de la diócesis. Con la hermandad se ha portado estupendamente y conmigo ni que decir tiene. Don Carlos Amigo se ha pateado la diócesis durante 27 años, ha trabajado al límite y sé también que ha tenido muy malos momentos, ha sufrido mucho y se ha dejado la piel en esta archidiócesis, que no es nada fácil. Mi cariño y mi respeto hacia él y hacia su pontificado. Por parte de la Iglesia, en general, he tenido mejores tiempos con el inolvidable vicario don Antonio Domínguez Valverde, un hombre que rozaba la santidad, y con el delegado de hermandades y cofradías Fernando Isorna, a los que echo mucho de menos. Los tiempos cambian y no es que éstos de ahora no lo estén haciendo bien, pero me han conocido menos. También recibí buenos consejos de don Teodoro León que me dijo un día: “No te vayas a ir y vayas a dejar la hermandad con una gestora. Aguanta hasta el final y deja la hermandad donde tienes que dejarla porque lo otro sería muchísimo peor”. Y lo estamos cumpliendo a duras penas y con mucho esfuerzo todos los miembros de mi junta.    


P: ¿Se marcha con alguna espinita clavada?

R: Hay momentos que me siento como un higo chumbo, lleno de espinas por todos lados. Otra veces, me subo más arriba y pienso que el perfume de la rosa, que también tiene espinas, es agradable. ¿Quién no se ha dejado la vida en una hermandad y las espinas le han hecho brotar sangre? Pero bueno, el Señor está arriba y manda el bálsamo.


P: ¿Le hubiera gustado presidir los actos del 25 aniversario de la coronación?
R: Me hubiera gustado mucho haber continuado de hermano mayor, porque eso se logró siendo hermano mayor mi hermano Manuel Ortega Ezpeleta y mucha otra gente que ya no está y que lucharon muchísimo, entre ellos José María de la Concha y la Casa de Alba, de la que no quiero hablar mucho porque no quiero que se cuestione más de los que también han hecho sufrir a la duquesa. Me hubiera gustado, pero no puede ser. Es imposible por el bien de la hermandad. Soy centro de discordia entre un grupo de la hermandad. No me pueden ver. No me tragan ni de frente ni de perfil.   


P: ¿Le gustaría seguir vistiendo a la Virgen?
R: No, tampoco, porque ya lo hice durante el mandato de Antonio Vargas y después de vestirla, venía el hermano mayor con su hijo para desvestirla y vestirla con la misma ropa. Me enteré por gente del templo.


P: ¿Cómo le gustaría que le recordasen?
R: Creo que la historia, el tiempo, pone a todo el mundo en su sitio, aunque como dice don Antonio Hiraldo, párroco de San Román, a veces demasiado tarde. Lo importante aquí es el Señor de la Salud, Señor de la Madrugada de Sevilla, y la Madre bendita de las Angustias.


P: ¿Cuál de las tres candidaturas que se presentan le gustaría que tomase su relevo?
R: Me gustaría que fuera una persona que no estuviera comprometida con círculos subversivos que han acarreado mucha polémica en la hermandad. Tanta que si esta junta que presido no aguanta el tirón hoy estaríamos gobernados por una gestora y con un comisario. Hemos sabido hacer de tripas corazón y aguantar hasta el desaire de la autoridad eclesiástica para no dejar a la hermandad con una gestora.


P: ¿El candidato que quiera contar con la colaboración de la Casa de Alba tendrá que contar previamente con usted?
R: Si no estamos locos, cualquiera de los candidatos que se presenten querrán contar con la Casa de Alba. Lo de contar conmigo ya va a ser más difícil. Ya se está diciendo que si hay candidatos acólitos, que si yo voy a dirigir desde la sombra... Yo no voy a dirigir nada. Aspiro simplemente a darme mis paseítos y a visitar al Señor en la iglesia.

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