Economía

Faenando en aguas tranquilas

El valor de los productos pesqueros, tanto en las lonjas como de la industria transformadora, crece en la comunidad pese a la mermada flota regional y la demora en la vuelta al caladero marroquí.

el 14 sep 2014 / 12:00 h.

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PARO EN LA FLOTA PESQUERA DEL PUERTO DE BARBATE La de los acuerdos pesqueros entre la Unión Europea y Marruecos es la historia de la santísima paciencia. Se rubrican pero, al ejecutarlos, aparecen flecos de última hora que retrasan la llegada de los barcos andaluces a los caladeros del país vecino. En esta ocasión, los 2 años y 8 meses de demora –que se dicen pronto– no han tenido tanta repercusión como en épocas pasadas. Las claves: una flota mermada aunque más productiva y una industria de transformación creciente que han aprendido de ese ahora sí pero, uy, ahora no para reducir su dependencia de las aguas marroquíes. El día 31 de diciembre de 2011 los barcos, en su mayor parte de Barbate, volvían a casa. La Eurocámara impedía que la prórroga del anterior protocolo pesquero se extendiera hasta final de febrero de 2012, como estaba previsto, y obligaba así al precipitado regreso. Los pescadores lloraban entonces la pérdida, abocados a la enésima reestructuración (desguace) de unas embarcaciones preparadas para trabajar cerca, no lejos. Pero vayamos a los números. En 2013 el valor de comercialización de la producción pesquera andaluza en fresco ascendió a 156,6 millones de euros, de los que 92,56 correspondían a peces, 39,09, a moluscos, y 24,93, a crustáceos –se trata, que conste, del importe en primera venta, no en las tiendas–. Si nos vamos a 2011, el último año con el acuerdo euromarroquí en vigor, esa cuantía global fue de 153,49 millones, y de 144,3 millones en el ejercicio precedente, según las series estadísticas de la Consejería de Agricultura. Y se pescó más. Por ende, que creciera el valor no vino tanto por un incremento de los precios como de las capturas. Si sumamos la totalidad de las especies, fueron 65.885,70 toneladas en 2013, frente a 54.682,69 contabilizadas para 2010 y 59.749,3 un año después. Si cogemos 2011 como ejercicio de referencia para calibrar la evolución de los precios percibidos por los armadores y le asignamos el índice 100, en 2013 éste se colocaría en 102,84, por debajo (entiéndase: abaratamiento) del 106,96 marcado en 2012. En 2008, cuando arrancó la crisis económica, ese índice de cotizaciones era de 116,14. Dentro de Andalucía, el Golfo de Cádiz es el principal enclave pesquero: más allá del turismo, la economía de su costa no se entiende sin la pesca, ni tampoco su gastronomía. De los citados 156,6 millones de valor de la comercialización andaluza, 106,38 millones proceden de allí (la región suratlántica), con 42.904,52 toneladas de las 65.885,70 arrojadas por el conjunto de la pesca andaluza en fresco, sin transformación. Faenamos a partir de ahora en la industria, y con idéntica fuente estadística –estamos hablando de conservas, salazones, ahumados, congelados, semipreparados y preparados–. ¿Qué atrapamos en sus redes? El valor de las transacciones ejecutadas por la industria especializada en transformación de productos pesqueros de Andalucía alcanzó en 2013 los 292,39 millones de euros y enlazó cuatro años consecutivos de aumento, incluidos los ejercicios sin capturas en Marruecos. Así, en 2010 fueron 225,35 millones, un año después –el del regreso del caladero–, 243,24 millones, y en 2012 –primer ejercicio sin capturas en aguas vecinas–, 260,22 millones. El incremento de tales cifras, que aquí hay que interpretar como facturación de las empresas, vino parejo al del volumen (o peso) comercializado: de las 35.917 toneladas de 2010 a las 46.642 del año pasado. Sobre ellas, el valor añadido no solamente de la industria, sino también del empleo industrial. Dentro de la industria, aunque las conservas (83,24 millones de euros) y los ahumados (82,70 millones) se llevan tradicionalmente la palma del negocio, lo cierto y verdad es que prospera la diversificación en la actividad de los preparados (15,41 millones) y los semipreparados (28,14 millones). En el primer caso, desde lomo de atún, filete de atún, choco y pulpo –los más clásicos, presentados en las tiendas en bandejas blancas– hasta lenguado enharinado, pinchito de atún moruno o semipreparados para paellas. En el segundo, desde las simples harinas o los aceites de pescado hasta las supremas de salmón, los embutidos de pulpo, choco y huevas, las banderillas de atún y queso o el roasfish de pez espada. Mientras, los congelados aportaron 57,17 millones, con pulpo, atún, langostinos y gambas como principales productos, y los salazones, 25,7 millones, siendo el bacalao, la mojama de atún y la sardina los ejes del negocio. «Este incremento continuado contribuye a la consolidación del peso socioeconómico de esta industria en la comunidad andaluza, con gran importancia en la generación de riqueza. De hecho, la facturación de las empresas transformadoras de productos pesqueros supera en más de un 18 por ciento el valor total obtenido con la comercialización de las capturas procedentes de la pesca extractiva (fresco y congelada) y de la producción acuícola (246,95 millones)». En el departamento de Elena Víboras hacen especial énfasis en la diversificación empresarial. «La apuesta de los industriales andaluces por la cuarta y quinta gama responde al objetivo de adaptar su oferta a las preferencias de los consumidores de hoy. Gracias a la introducción de platos semipreparados y preparados, estas empresas logran ampliar su mercado y aumentar el valor añadido de los productos que comercializan, consiguiendo, por tanto, aumentar la rentabilidad». ¿Y cuántas empresas? Son 80 las andaluzas sobre 510 en el conjunto del Estado –la mitad, en Galicia–, según datos del Instituto Nacional de Estadística cotejados por el Ministerio de Agricultura y Pesca correspondientes a 2012. La consultora especializada en análisis de mercados Alimarket colocaba para 2011 a dos grupos andaluces en el top ten de su ranking de compañías comercializadoras de pescado transformados: la onubense Mariscos Rodríguez (226,16 millones) y Grupo Ubago (108,43 millones). Sin embargo, también las más grandes tienen aquí instalaciones, como Caladero, Amasúa o Freiremar. Por artesanal, por tradición y por gastronomía, además de por su componente de sostenibilidad, una mención especial requiere la producción de las almadrabas. Contadas una a una, 5.895 piezas de atún rojo fueron las capturadas el año pasado, con un peso de 889,21 toneladas y un valor de 8,38 millones de euros. El importe económico viene creciendo en los últimos cuatro años –7,29 millones eran en 2010 y 5,94 en 2012–, aunque dista de los 14,57 de 2008 o del máximo de 28,98 millones en 1999. Y la última rama pesquera que todavía queda por abordar sería la acuicultura marina, actividad a la que se dedicaban 118 empresas en 2013, con un valor de comercialización total de 51,24 millones de euros, de los que casi la mitad (24,73 millones) procedió de la lubina. Tras esta especie, la dorada (9,12 millones) y el atún (8,15) en un sector donde se cultivan desde lisas hasta sargos, pasando por algas, almejas, ostiones, mejillones o gusanas de sangre. Pese a todo, Andalucía es una comunidad importadora neta de pescado en todas sus variantes (fresco, refrigerado, congelado). Las exportaciones sumaron el año pasado 230,74 millones euros –Europa, principal mercado: 100,95 millones–, mientras que las compras al extranjero alcanzaron 412,42 millones –el continente africano, principal procedencia, con 171,40 millones–. Son cifras de Extenda. Y es aquí donde radica la importancia del caladero marroquí y los retrasos a la hora de conceder las licencias pesqueras a los barcos andaluces: Andalucía adquirió el año pasado al país norteafricano productos pesqueros por 119,423 millones (29,8 por ciento del total de importaciones), mientras que el acuerdo entre Bruselas y Marruecos reporta a éste 40 millones anuales. Es el quid de tantísima reticencia... y paciencia.

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