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Fichajes. La socialdemocracia se lleva

Al filo de la medianoche del último miércoles, Rosa le llamó. En realidad, podría decirse que Diego esperaba esa llamada desde hace un mundo, desde que ambos dormían en habitaciones separadas...

el 16 sep 2009 / 01:52 h.

Al filo de la medianoche del último miércoles, Rosa le llamó. En realidad, podría decirse que Diego esperaba esa llamada desde hace un mundo, desde que ambos dormían en habitaciones separadas:

"Lo siento, no quiero que te enteres por los periódicos. Mañana se sabrá que me voy con José Antonio".

- Supongo que no puedo hacer nada para convencerte de lo contrario.

- No, ya es tarde.

- Me estás dando las cosas hechas.

- Piensa lo que quieras.

- Suponía que antes o después lo acabarías haciendo. Ya tuve que oír los elogios que le dedicaste en público.

- Buena suerte, Diego.

- Buena suerte, Rosa, donde el corazón te lleve.

Este podría haber sido el tono de la última conversación entre Diego Valderas, coordinador de IU, y Rosa Aguilar, ex alcaldesa de Córdoba por dicha coalición y flamante consejera de Obras Públicas del nuevo Gobierno. Quizá transcurrió de un modo más agrio, como aseguran en el entorno de ella. O más cordial, como cuentan los afines al líder izquierdista. Pero, visto lo visto, el guión de esa charla postrera, bien hubiese podido firmarlo la extinta Corín Tellado.

La política, a veces, tiene tanto de folletín como de bolero: ni contigo ni sin ti tienen mis males remedios. Eso llevan diciéndose socialistas y comunistas desde hace un siglo. Hay más de estrategia electoral que de ideología en la jugada maestra que Griñán ha cuajado al formar su gabinete: busca un espectro amplio del electorado; desde su condición expresa de socialdemócrata, como si Manuel Chaves hubiera sido leninista, a la incorporación de esa otra izquierda a la que representa Rosa Aguilar, a la que también el PSOE-A llamó socialdemócrata, sin que viniera demasiado a cuento. La socialdemocracia se lleva mucho esta temporada. Y a este paso, nada extraña que hasta Javier Arenas y Juan Manuel Sánchez Gordillo terminen siéndolo.

Rosa Aguilar está en su derecho de cambiar de escudería, pero Gaspar Llamazares tiene razón al llamarla desleal: no son formas. Y si a la izquierda siempre le importó mucho qué hacer más le importó como hacerlo. Pluga que el ala moderada de IU no se deje vencer por un mal pronto. Y que el PSOE busque formas de entendimiento con una coalición que puede serle más que necesaria si pierde la mayoría absoluta en Andalucía, tal como medio mundo presupone. Ahora bien, si esto fuese una novela por entregas cabría preguntarnos: ¿sobrevivirá Rosa Aguilar a un PSOE que ha fagocitado a casi todos los antiguos comunistas que abrazaron su fe? Y, a corto plazo, ¿qué política en materia de infraestructuras defenderá en su nuevo cargo, la del programa electoral del PSOE o la de la coalición? No se parecen ni por asomo, aunque sean socialdemócratas.

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