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Cultura

Flamencura, flacura y flaqueza

Israel Galván apuesta por la comicidad en la presentación de ‘Fla.co.men’ en el teatro Lope de Vega

el 15 sep 2014 / 00:14 h.

A las puertas del teatro Lope de Vega, ambiente de gran expectación. ¿Qué traerá esta noche Israel? ¿Por dónde saldrá esta vez? ¿Qué nueva transgresión nos tendrá preparada? Ya no hay nadie que acuda despistado a los espectáculos del sevillano. Ha costado más de diez años, pero el respetable por fin sabe a lo que va, y va lleno de regocijo. Diez años ha tardado Galván en concretar su propio lenguaje, tomando prestado del alfabeto Maya y del de otros maestros, pero logrando forjar un estilo inconfundible, tan personal que su mayor riesgo es  plagiarse demasiado a sí mismo. Por eso, este nuevo montaje se presentaba como una mirada atrás, una evaluación del camino recorrido, en cierto modo un pasado a limpio. De ahí que a alguno nos sorprendiera la apuesta inicial por la comicidad. De acuerdo, en los montajes de Israel siempre hay su punto de desenfado, derivado casi siempre del asombro. Y él en persona es capaz de deparar algunas de las ruedas de prensa más divertidas de la Bienal, porque posee una gracia natural y espontánea muy de agradecer. Lo chocante es que el de la Puerta Osario, que tan duramente se ha ganado la vitola de vanguardista del baile, se precipite por el acantilado de unos chistes tan vetustos. Las morisquetas al dictado ante el atril. La traducción macarrónica. El homenaje a Chimo Bayo, en plan Cruz y Raya. La cosa empezaba mal. E iría a peor con la salida a escena de Perrate haciendo el número del cantaor en lengua ignota, que tantos aplausos le dieron antaño al Chato de la Isla y a otros intérpretes. Entre una cosa y otra, oímos un solo de timbales de concierto, algunos maullidos arañados a un violín y otras cacofonías altamente provocadoras, que apenas provocaban risa porque el público de Galván viene con Russolo leído y con Ligeti y Masami Akita escuchados. Lo cierto es que Fla.co.men se antojaba desde el primer momento una propuesta invertebrada, sin pies ni cabeza, sin rumbo y lo que es peor, sin poética. Alguien tenía que acudir al rescate, pero se demoró. Media hora tardó en arrancarse a bailar Israel. A bailar como él sabe, no limitándose a ejercicios de calentamiento. Y cuando baila de veras este hombre, aun coqueteando con el registro de la guasa, el asunto cambia, y mucho.  Su dominio de los tiempos y del espacio escénico sigue siendo prodigioso, como prodigioso es el modo en que imprime pasión de un momento para otro, incendiando las tablas. La plasticidad de sus figuras es hermosísima, por muchas veces que nos parezca haber visto el toro, el águila, la bandeja o la grulla. No nos pesa volver a verlas. Ni nos pesan esas alegrías un poco autoversionadas, o ese homenaje a Morente bailado sobre algo que parecían monedas, metáfora del arte pisoteando la codicia que pudre el mundo. El artista, en un momento de su actuación en las tablas del Lope de Vega. El artista, en un momento de su actuación en las tablas del Lope de Vega. Pero el guión se empeñaba en arrancar carcajadas al público, tanto que éste, contagiado de jocosidad, se atrevió a chuflearse del bailaor desde los palcos. ¿No parte la transgresión de la certeza de que no hay nada sagrado? Así, en pleno frenesí desacralizador, vemos a Perrate pasar medio espectáculo por los suelos, a Caracafé hacer equilibrio con su guitarra. Crímenes de lesa jondura oficiados con gozoso regodeo. Es Israel, o su corsé: lo amas o lo aborreces, lo tomas o lo dejas. Por un momento temimos que incluyeran el número de la tarta, pero no: solo cayó una jota. Al final, el bailaor sale a recoger los aplausos vestido de mamarracho. Y ruego que nadie lea esta palabra en tono peyorativo: en los Carnavales de Cádiz, quien no tiene para comprarse un tipo echa mano de cualquier cosa que tenga en casa, y a eso se llama ir de mamarracho. Si eres varón y escoges ropa de tus hermanas, el efecto es mucho más hilarante. Y no digamos si ensayas el número del desmayo, que durante años ha hecho las delicias de niños y mayores en todos los circos de España. Decía el director artístico que Fla.co.men era Flamenco, aunque con las letras cambiadas. Pero la flamencura no es lo mismo que la flacura, ni la flacura que la flaqueza. Escenario: Teatro Lope de Vega. Dirección, coreografía y baile: Israel Galván. Músicos: David Lagos, Tomás de Perrate, Eloisa Cantón, Caracafé y Proyecto Lorca (Juan Jiménez Alba y Antonio Moreno). Dirección artística: Pedro G. Romero y Patricia Caballero. Entrada: Lleno.

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