Corría el año 1936. El periodista Jay Allen, del Chicago Daily Tribune, entrevistó a Francisco Franco el 27 de julio de ese año. "Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a cualquier precio", le confesó el dictador español. Allen no supo más que contestar: "Tendrá que matar a media España", a lo que Franco, sin pensárselo dos veces, con mirada firme y, para más inri, sonriendo, replicó: "He dicho al precio que sea".
En otra ocasión, más adelante, Franco remató: "Con los enemigos de la verdad no se trafica, se les destruye". Si el auto de Garzón abre viejas heridas del pasado, los testimonios recogidos en el auto publicado el jueves las hacen sangrar a borbotones. El texto alberga declaraciones espeluznantes que explican por qué los familiares de las víctimas necesitan que se haga justicia.
El capitán Gonzalo de Aguilera, conde de Alba de Yeltes, le dijo al periodista norteamericano John T. Whitaker que había que "matar, matar y matar" a todos los rojos para extirpar el virus bolchevique y librar a España de "ratas y piojos".
También en 1936, el general Queipo de Llano se expresó aún más claramente, si cabe, en declaraciones a Radio Sevilla: "Yo os autorizo a matar, como a un perro, a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros [...] Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de estos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré".
Como reconoció el General Mola cuando comenzó la guerra, era necesario "propagar una imagen de terror". Estaban dispuestos a asesinar, sin remordimiento aparente, a cualquiera que fuera "abierta o secretamente, el defensor del Frente Popular". "Quiero derrotarlos para imponerles mi voluntad. Y para aniquilarlos", decía Mola. Aniquilarlos. Perros, ratas, piojos... Tras 30 años de democracia, Garzón quiere saldar cuentas. Fue un crimen contra la Humanidad.
