Cultura

Herencia de poderío

Melchora Ortega ha volcado en su cante el sabor, el ritmo y el poderío de su tierra en el Espacio Santa Clara.

el 17 sep 2014 / 22:59 h.

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Actuación de Melchora Ortega. / Antonio Acedo Actuación de Melchora Ortega. / Antonio Acedo RECITAL DE MELCHORA ORTEGA * * Escenario: Dormitorio Alto del Espacio Santa Clara. Cante: Melchora Ortega. Toque: Santiago Lara.   Hasta hace muy poco no había escuelas de flamenco. Los flamencos aprendían el cante de oído en el seno de su familia o su comunidad. Y allí donde se concentraron varias figuras de artistas, se fue delimitando una forma característica de cantar. Es el caso de Jerez de la Frontera, donde nacieron artistas míticos para la historia del cante, cuyo estilo sigue vivo en los cantores y cantaoras jóvenes como Melchora Ortega, quien vuelca en su cante el sabor, el ritmo y el poderío de su tierra. Un poderío que esta cantaora derrochó desde el principio, cuando comenzó su actuación cantando un pregón a palo seco mientras andaba por el pasillo del Dormitorio Alto con paso decidido y la cabeza bien alta. Ya en el escenario, junto al toque certero de su guitarrista, Santiago Lara, Melchora se templó con unos tientos-tangos. Y le faltó tiempo para quitarse los zapatos y arrancarse a bailar dando rienda suelta al coraje que la caracteriza. Aunque no tuvo problemas en volverse a sentar para recogerse por malagueña, que dedicó a su madre. Este palo, conciso y sentido, supuso el preludio de las soleares con las que la cantaora se propuso describir esa forma tajante y rítmica de cantar tan propia de los artistas de su tierra. No obstante, fue en las seguiriyas cuando más se entregó luchando con los tonos y los melismas, pero por desgracia no logró transmitir la carga emotiva de este palo. Y tampoco lo consiguió con los fandangos, para los que tuvo que pedir expresamente el apoyo del público, derrochando gracia y frescura. Por fortuna, la cantaora consiguió entusiasmar al público al final, cuando le arrancó el olé por bulerías, cuando dio rienda suelta a su genio con unas cuantas pataítas repletas de gracia y donosura que enardecieron a un respetable que se rindió a su temperamento con una sentida ovación final.

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